Pussey! (publicada originalmente entre 1989 y 1994 en la
revista Eightball y desde entonces recopilada en tomo único por Fantagraphics Books) es una descarnada crítica
-suavizada relativamente por el tono humorístico de la obra- hacia lo que se
conoce comúnmente como la ''industria del cómic'' en Norteamérica (con su
engranaje de editores, autores, distribuidores y reseñistas), así como a la
mentada ''comunidad comiquera'' de dicho país: el público lector y los
consumidores que mantienen económicamente a este armatoste social. El hilo
conductor de la narración es la biografía ficticia de Dan Pussey, exitoso
dibujante de cómics superheroicos y a la vez una simple tuerca de un sistema de
producción mecanizado.
Esta feroz crítica es multidireccional, y Daniel Clowes
reparte lo que corresponde a todos los flancos, atacando el núcleo de la problemática
creativa del medio -más allá de géneros o posturas ideológicas y estéticas-, así como al público que consume únicamente determinado tipo de cómics.
En primer término, Clowes desnuda las incongruencias,
miserias y abusos del sistema de producción comercial de cómics superheroicos,
tipo editoriales Marvel o DC, con su enajenante modalidad de trabajo ''bajo
contrato'': las canalladas perpetradas durante décadas (y aun en el presente) en temas como los
derechos de autor, el escamoteo del
justo pago de regalías a los creadores de los personajes, las nefastas
prácticas editoriales que buscan regular y uniformizar contenidos, la
imposición del trabajo en equipo tipo línea de ensamblaje (guionista,
dibujante, entintador, colorista, letrista, etc.), los plazos o deadlines, y
hasta la más pura humillación de la que han sido objeto muchos artistas que se
han desempeñado en este campo.
Este paradigma
queda encarnado en el personaje de Doctor Infinity, quien comparte protagonismo
con Pussey durante toda la historia, y que con sus actitudes y manera de
expresarse nos trae a la mente inmediatamente a Stan Lee, el Chairman Emeritus de la Casa de las Ideas, aunque también puede
representar a otros personajes de similar proceder, quienes han estado en la
cúspide de la industria durante décadas.
Motivado por comenzar a escribir sus propios guiones,
Pussey asiste a un curso de escritura creativa a cargo de una profesora de la cual se enamora, quien le abre las puertas hacia el cómic de autor o cómic
independiente. Y aquí Clowes aprovecha para mostrar todos los despropósitos y
chanchullos de los que ha sido testigo de primera mano en esta ''escena'': un
ambiente saturado de absurdas y verborreicas ínfulas intelectualoides y
academicistas, editores prepotentes tanto o más parametrados que los del cómic
comercial, autores que quieren reinventar la rueda con su experimentación, chatura
creativa y falta de talento disfrazados de vanguardia, obras modélicas que
son copiadas hasta el cansancio, etc.
Queda claro que el simple hecho de querer ser o
etiquetarse a uno mismo como un autor o editor original, independiente, alternativo,
alejado de tendencias etc. no basta para serlo efectivamente. Y que muchos de
los vicios, fórmulas y malas prácticas atribuidas al cómic comercial o
industrial, están igualmente presentes en este tipo de producción. Aquí el
personaje que encarna este mundo es Gummo Bubbleman, quien está
claramente inspirado en el Art Spiegelman de los tiempos de la revista RAW, pero que -al
igual que el ''stanlineano'' Doctor Infinity-, puede representar a
una gran cantidad de personalidades del mundo de la historieta independiente
norteamericana. También se muestran las oficinas de ''Highbrow Comics'',
editorial inspirada en Fantagraphics, el sello del propio Daniel Clowes en el mundo
real.
Como mencioné al principio, se trata de una crítica generalizada,
cruda y sin concesiones, contra todo y contra todos, exagerada y sin espacio
para matices, que no le extiende un salvavidas a nadie. Aca no se trata de mostrar las dos caras de la moneda, sólo una: la más fea.
La metralleta sarcástica fusila también a los consumidores de cómics: los típicos fanboys o frikis, enclaustrados en su nostalgia infantiloide, su mentalidad estrecha y su insaciable demanda por el más repetitivo entretenimiento. A la prensa especializada que difunde, comenta y aplaude cualquier estupidez que se publica, previo pacto bajo la mesa con las casas editoras. A los coleccionistas compulsivos, a los especuladores del mercado y a los que les siguen el juego. A los artistas de galería que no hacen sino mal copiar el lenguaje del cómic y presentarlo como una versión evolucionada del medio.
La metralleta sarcástica fusila también a los consumidores de cómics: los típicos fanboys o frikis, enclaustrados en su nostalgia infantiloide, su mentalidad estrecha y su insaciable demanda por el más repetitivo entretenimiento. A la prensa especializada que difunde, comenta y aplaude cualquier estupidez que se publica, previo pacto bajo la mesa con las casas editoras. A los coleccionistas compulsivos, a los especuladores del mercado y a los que les siguen el juego. A los artistas de galería que no hacen sino mal copiar el lenguaje del cómic y presentarlo como una versión evolucionada del medio.
Pussey! tiene como uno de sus ingredientes principales el humor (en mucho mayor medida que el resto de obras de Daniel Clowes), pero a la vez mete el
dedo en la llaga con violencia, sincera las cosas y muestra desde dentro los problemas, manías, poses,
dogmas, desvaríos, pretensiones, chanchullos, malentendidos, ignorancia, abusos y
sinsentidos que rodean, pululan y se asientan en la industria y en la comunidad
del medio que tanto amamos: el cómic.
Leer esta lúcida obra auto-referencial es indispensable para que hagamos, sea cual sea la esfera que nos una a este medio, una autocrítica y aumentemos el nivel de conciencia sobre lo que se escribe, se dibuja, y se consume, obligándonos a repensar frases hechas como ''debemos crear y fortalecer una industria del cómic en nuestro país'', ''lo que faltan son editores'', etc.
Leer esta lúcida obra auto-referencial es indispensable para que hagamos, sea cual sea la esfera que nos una a este medio, una autocrítica y aumentemos el nivel de conciencia sobre lo que se escribe, se dibuja, y se consume, obligándonos a repensar frases hechas como ''debemos crear y fortalecer una industria del cómic en nuestro país'', ''lo que faltan son editores'', etc.
Es un tema interesante y de hecho se podría decir mucho al respecto (aunque lo usual es que la mayoría de autores no suelan comentar sus experiencias con el mundo editorial).
ResponderEliminarEsas últimas viñetas en la tienda de cómics están divertidísimas.
¡Hola Arion!
EliminarAsí es, muchos autores mantienen en secreto sus penas sobre maltratos editoriales, prefieren asegurar el sustento mensual en vez de enzarzarse en riñas mediáticas o legales, en las que seguramente llevan las de perder, antes estos conglomerados macroeconómicos y sus ejércitos de abogados.
Me viene a la mente el caso del creador de Ghost Rider, Gary Friedrich, quien al intentar que se le reconozcan sus derechos y sus regalías por la explotación cinematográfica del personaje, terminó con un mandato legal según el cual no podía decir que él había creado al personaje, y encima le obligaron a pagarle $20000 a Marvel Comics. El mundo al revés.
Aunque en los últimos tiempos ya se está haciendo más corriente que muchos autores salgan a los medios especializados a contar sus malas experiencias en las grandes editoriales: cómo les imponen temas, les censuran y editan los guiones, los despiden de improviso ante cualquier cuestionamiento, etc. Felizmente ahora en USA hay una gran cantidad de editoriales donde los autores pueden desarrollar sus proyectos personales, y además el interés de los lectores por este tipo de material ''creator-owned'' ha crecido enormemente en los últimos años.
En Pussey! cada bloque de texto, cada diálogo, cada viñeta es un mate de risa, en ese sentido es un cómic hilarante y especialmente divertido para los que andamos al tanto del mundillo comiquero y podemos captar todas las referencias.
Eso sí, hay un capítulo en el que al Doctor Infinity le dan el premio del Salón de la Fama del Cómic y ahí se ven todos los atropellos que ha cometido durante su carrera, literalmente exprimiendo y adueñándose del talento de artistas que nunca alcanzaron su mismo reconocimiento, y muchos de los cuales acabaron en la miseria. Ahí el cómic -pese a seguir siendo divertido- se pone bastante crudo. ¡Saludos!