Fui a ver
Avatar sin ninguna expectativa. Es más, por poco declino la invitación que me hicieron para ir al cine ese día. Había visto el trailer de la película y no me había llamado mucho la atención. Pensé que se trataría de un show pirotécnico de efectos especiales y animación por computadora, sin ninguna sustacia. Incluso pensé que podría tratarse de una película de esas que fluctúan entre los géneros de
espada y brujería y
aventura infantil, tipo
''Narnia'' (lo cual hubiera sido catastrófico). También me hacía dudar la casi homogénea crítica positiva que ya venía recibiendo la película, tanto a nivel de público masivo, como de crítica especializada
(y es que lo mismo pasó con ''Batman: The Dark Knight Returns'', y a mi me pareció una película regular, intrascendente, de ésas de las que comienzas a olvidarte apenas aparecen los créditos finales). Felizmente acepté la invitación para ir a ver
Avatar ese día. No me decepcionó para nada, me agarró con la guardia baja y me sorprendió mucho, me dejé llevar y terminé enamorado de la película. Incluso hoy, 4 días después de verla, me sigue dando vueltas en la cabeza. Me quedé
''pegado''. Me
''movió''. Y eso es lo que se supone que las buenas películas deben hacer con el espectador.
Avatar es una excelente película, más allá de los impresionantes efectos especiales, de la sensacional animación computarizada
(verdaderamente revolucionaria) y del factor
3D.
Como las grandes obras de ciencia ficción de los siglos pasados, Avatar trata más sobre la realidad y la situación actual del mundo que sobre inasibles fantasías futuristas. Las alegorías a hechos históricos y contemporáneos son constantes: La conquista de América y la destrucción de las civilizaciones pre-colombinas por parte de las naciones europeas; la deforestación amazónica y la disminución de áreas verdes a nivel global; los conflictos constantes entre el estado moderno y las sociedades nativas tradicionales cuando se busca explotar bienes del subsuelo selvático
(y de los que los peruanos hemos sido tristes testigos últimamente); las recientes guerras en
Irak o el
Líbano, en las que la cuestionada ideología del
''ataque preventivo'' jugó un papel preponderante como elemento justificatorio, son solo algunos ejemplos.
En la película se ponen también sobre el tapete una serie de temas y asuntos que actualmente son motivo de debate en la sociedad mundial: la revaloración de filosofías y religiones tradicionales no occidentales; la reinterpretación de la realidad desde parámetros no eurocéntricos; la relación de la sociedad moderna con la naturaleza y los peligros casi irreversibles del cambio climático ocasionado por la contaminación ambiental; los peligros de un desmedido poder estatal y militar; el cuestionamiento de la noción de
''desarrollo''; el cuestionamiento de un capitalismo sin límites, etc.
Por último,
Avatar sirve también como una vitrina hacia el futuro, o como un ensayo bastante fundamentado sobre las posibilidades de avances científicos en los campos de la tecnología, la biología o la genética.
Avatar es una película gigantesca, de naturaleza
épica, en la que pueblos y civilizaciones enteras forman parte de la trama y el desarrollo de los hechos.
Creo que hay que saber ubicar a esta película dentro de su género y reconocer que hace muchos años no se lograba crear algo tan importante, tanto a nivel artístico como de contenidos, en este campo. El espectador se involucra y se sumerge en estos grandes temas a través de personajes icónicos: un general, un soldado, los jefes de una tribu, una científica, etc. entre los que se tejen las más diversas relaciones, y en los que afloran todo tipo de sentimientos propios de la naturaleza humana: amor, odio, venganza, lealtad, dolor, esperanza, desasosiego, en el marco de los grandes dilemas universales: paz, guerra, conquista, poder, bien y mal, vida y muerte. Si bien algunas de las escenas pueden parecer
clichés del cine comercial, estas no desmerecen para nada el producto final, y son utilizadas con maestría por
James Cameron para tejer pequeñas costuras dentro del colosal escenario en el que ocurren los hechos, y que permiten un acercamiento más íntimo y cercano por parte del espectador.
Avatar no lleva el estigma de Hollywood,
está por encima de Hollywood.
Creo que hay consenso entre la crítica al decir que
Avatar es una película bella en lo visual. Para mí, la belleza de Avatar va más allá de lo visual, y se encuentra en la historia misma, en su riqueza de significados, en los personajes y sus relaciones,
en la capacidad para generar sentimientos en el espectador. Más que bella, me parece
mágica, casi un sueño capturado en una película, un sueño que, como dije antes, está basado profundamente en nuestra propia realidad. Definitivamente,
Avatar se erige como el nuevo paradigma del cine épico, como una película importante, profunda y trascendente de la que se hablará por muchos años y que será tomada como referencia, de alguna u otra manera, por todos aquellos involucrados con el arte cinematográfico.
Algunos creen que estamos frente a la nueva
Guerra de las Galaxias (debemos suponer que se refieren a la trilogía original -la de verdadera importancia histórica y artística- y no a la más moderna, que pasó sin pena ni gloria por la historia del cine). Yo voy más allá y, por todo lo explicado previamente en este artículo, me animo a proclamar:
''La Guerra de las Galaxias ha muerto, ¡Viva Avatar!''.
Guido Cuadros F.A.
Lima, Enero del 2010.