|
Edición Integral de la trilogía, publicada por editorial Debolsillo. |
Después de casi cuatro décadas del franquismo en el
poder, y ya con el Generalísimo Franco fallecido un año antes, se inicia en
España -alrededor del año 1976- un proceso de reforma hacia la democracia
conocido como la Transición. Es en esta coyuntura (corrupción generalizada, represión
política a manifestantes, intervención de llamadas telefónicas, desapariciones,
atentados de grupos clandestinos de extrema derecha y extrema izquierda, polarización
social y económica, pedido de amnistía a los presos políticos) que Carlos
Giménez desarrolló una serie de páginas de prensa para el semanario humorístico ''El Papus'',
luego recopiladas en 3 álbumes titulados España: Una, Grande y Libre
respectivamente.
Carlos Giménez opta en este trabajo por un enfoque
claramente partidario, activista y comprometido con su ideología política, que
es el comunismo. Para el autor, la situación de la llamada Transición no es más
que una pantomima, en la que los herederos del régimen (empresarios, políticos,
militares, policía, etc.) mantienen un sistema básicamente fascista, un
continuismo con un leve maquillaje pro-democrático en el que se realizan
cambios mínimos, más de forma que de fondo.
La crítica de Giménez, a través de un humor político sumamente
negro en la mayoría de páginas, es más contra el sistema capitalista liberal en
general que contra la coyuntura española de esa época en específico (magníficamente retratada en toda su crudeza). Si bien en
la mayoría de historias se mencionan fechas, lugares, nombres o datos concretos,
estos no son del todo determinantes para darle valor o significado a lo que se
desea transmitir a un nivel más trascendente. Y esto es, básicamente, que la historia de la humanidad es la
del continuo enfrentamiento entre dos bandos opuestos e irreconciliables: los
ricos y pobres, los explotadores y los abusados, los fascistas y los
comunistas, los que tienen y los que no tienen, etc.
Giménez cae, a diferencia de otras obras suyas (y aparentemente
de forma intencional), en maniqueísmos y simplismos reiterados, en pos de darle
más fuerza a sus ideas o de hacer más didáctico el entendimiento de los problemas sociales,
recurriendo al método de contraposición de extremos. Los empresarios, los curas
y los conservadores son graficados siempre obesos, atragantándose con comida y
fumando finos puros, los policías siempre como sádicos ávidos de violencia y prestos a la corrupción, los jóvenes manifestantes de izquierda aparecen siempre
atractivos y hasta sonrientes, motivados únicamente por sus inmaculados ideales, los campesinos siempre sucios, anémicos, explotados, la gente de clase media como indeferentes acomodados, etc.
Casi no hay espacio para matices.
|
Fascistas y Comunistas, dos caras de la misma moneda. Pese a los profundas diferencias ideológicas, ambos han demostrado las mismas actitudes, conductas y maniobras represivas cuando han llegado al poder, enquistándose como dictaduras totalitarias. La democracia liberal, basada en elecciones, división de poderes, respeto a la libertad individual y el libre mercado, sigue siendo -a mi parecer- el sistema ''menos malo'' concebido por el hombre, y el que más favorece la reducción progresiva de las brechas sociales en un clima de paz. |
El autor, fiel a su concepción política e ideológica de
la sociedad, postula algunos principios y conceptos con los que difícilmente -salvo
se comparta su entusiasmo y convicción partidaria- pueda uno estar del todo de
acuerdo. Por ejemplo, el hecho de señalar a los ricos (en general, a que
algunos tengan más que otros) como el origen de todos los problemas y las
injusticias sociales. Si bien la existencia de clases sociales es parte
de la raíz del problema, centrarse sólo en eso, o suponer que superada esta
diferencia, el mundo sería poco menos que un paraíso, es caer en el
reduccionismo económico que es uno de los principales talones de Aquiles del
activismo marxista (1).
En ''Imágenes para antes de una guerra'' se nos muestra
a una niña muriendo de hambre en una pensión de mala muerte, en una secuencia
que se interrumpe constantemente para mostrarnos comerciales de televisión de
la época, en los que se anima a los consumidores a rodearse de lujos, como
autos, viajes, ropa, lugares de entretenimiento, etc. (lo que se ve normalmente
en la propaganda televisiva de ayer y hoy). Se nos dice que la niña tiene además varios
hermanos a los que les espera un destino similar y que sus padres se encuentran
desempleados y no tienen siquiera seguro de desempleo. Por un lado, es cierto,
la desigual distribución de la riqueza que existe en el mundo permite que
sucedan estas cosas, pero por otro lado, ¿no es también la irresponsabilidad de
los padres, de aquellos que deciden procrear continuamente sin siquiera tener asegurado el
sustento para ellos mismos? Señalar la desigualdad económica como única causa
de una situación de esta índole me parece de algún modo ver sólo un lado de la
moneda.
Algo similar ocurre en ''Delincuente'', donde se narra
la vida de un criminal juvenil apodado ''El Loco'': ladrón de autos, sicario y hasta violador, de sólo
15 años. Se señala implícitamente que el hecho de haber nacido en la extrema
pobreza es la principal causa de su accionar. Y se muestran escenas de gente
comiendo tranquilamente en un restaurante como ejemplo de indiferencia social.
Nuevamente, el contexto socio-económico puede ser parte fundamental de un
problema de este tipo, pero no tener en consideración otros aspectos es caer en
un reduccionismo económico de lo más endeble. ¿Cómo se explica entonces que personas nacidas en el mismo entorno de
pobreza extrema lleguen a convertirse en profesionales, empresarios, deportistas o políticos
prominentes? ¿Acaso no hay jóvenes de clases privilegiadas con los mismos instintos sociópatas y tendencias criminales? ¿De no existir pobreza los delincuentes,
asesinos y violadores desaparecerían de la faz de la tierra? (2).
Hay incluso historietas en las que Carlos Giménez
indica explícitamente que la única solución real contra la injusticia social es la
vía de la lucha armada, utilizando metralletas y bombas. Se muestran banderas
con hoces y martillos y puños levantados al aire, acompañadas de poesía
revolucionaria. Ahora bien, no debemos olvidarnos que Carlos Giménez fue un
huérfano de la guerra civil, que vivió en carne propia aquella terrible
experiencia de los Hogares de Auxilio Social (que cuenta magníficamente en
Paracuellos), y que prácticamente es heredero de una tradición política que le
viene de familia.
También debemos recordar que estas historietas se han hecho
en los 70’s, una década en la que existía el bloque soviético, con un poder que
equiparaba al de los Estados Unidos y en
la que declararse comunista o socialista era algo tan habitual como es hoy en día
denominarse demócrata. Recordemos que por esos años, incluso nuestro Nobel de
Literatura Mario Vargas Llosa, ahora fiel defensor de la democracia liberal, se
declaraba aún ''castrista'' y aplaudía las reformas del gobierno revolucionario del General Juan
Velasco Alvarado. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces.
Más allá de los tintes propagandistas a favor del
comunismo (que debemos entender teniendo en cuenta la coyuntura histórica y la biografía
del autor), o del claro maniqueísmo y tendencioso simplismo al que el autor recurre
repetidas veces en algunas de las historietas, ''España: Una, Grande y Libre'' es
una obra de altísima calidad conceptual y narrativa, como todo lo que produce
este genio español. Sin necesidad de compartir al 100% las ideas o postulados que el autor
plantea en esta trilogía, uno queda deslumbrado una vez más por la maestría de
Giménez para contar buenas historias, que escarban en la interioridad del
lector, llamándonos a la reflexión y al pensamiento, sin permitirnos quedar
indiferentes ante las abyecciones generadas por el poder.
Para finalizar, simplemente recomendaría esta obra (que pueden adquirir en los locales de Librerías Ibero en la ciudad de Lima, al precio de S./49 nuevos soles con pago en efectivo) a los lectores que ya
hayan leído otros cómics autobiográficos de Carlos Giménez, en los que se
muestra más objetivo (que no neutral) y se dedica más a contar que a decretar o ''instruir'' al lector sobre lo que está pasando, de manera compleja y
multidireccional, sin caer en reiterados maniqueísmos y dejando más espacio a
la interpretación personal. Lo digo
porque quizá, el manifiesto activismo y la clara inclinación política que el
autor expresa en España: Una, Grande y
Libre, podría crear ciertos anticuerpos
en algunos lectores cuyo primer contacto con el autor sea a través de esta publicación.
Notas:
1.- Debemos tener en cuenta además todas las nefastas experiencias históricas, devenidas en dictaduras absolutas, cuando se ha querido llevar la ideología comunista del campo de las ideas a la práctica real: la ex-Unión Soviética, China, Corea del Norte, Cuba, Alemania Oriental, Camboya, etc. Si bien algunas alcanzaron importantes avances en temas sociales, educativos, científicos o tecnológicos, en temas de libertad individual, libertad de expresión y derechos humanos se han cometido las mismas (o incluso peores) atrocidades y violaciones que se atribuía exclusivamente a estados fascistas o dictaduras capitalistas. Ni la injusticia, ni la desigualdad desaparecieron, por el contrario se atentó contra la libertad de acción, opinión y pensamiento, se reprimió y se privó de derechos a los opositores, etc.
2.- Las teorías más emblemáticas respecto de la verdadera naturaleza humana son la del ''Leviatán'' del inglés Thomas Hobbes (1588-1679) y la del ''Buen Salvaje'' del suizo Jean Rousseau (1712-1778). El primero considera que el humano, en estado salvaje, está propenso por naturaleza a cometer crímenes, asesinatos, violaciones en su búsqueda por alcanzar el poder y la satisfacción personal. Es por ello que se hace necesaria la existencia de un Estado (o Leviatán, en referencia a un monstruo todopoderoso) que reprima, mediante orden, leyes y penalidades estos instintos o tendencias y se permita la armonía social y el desarrollo de la comunidad. Por otro lado Jean Rousseau considera que todo hombre nace bueno y es la sociedad -se entiende una sociedad injusta, desigual y violenta- quien lo corrompe. Según este enfoque, todo ser humano que tenga sus necesidades básicas satisfechas y al que se le garantice un libre albedrío, no devendría jamás en un elemento pernicioso, criminal, delincuecial, etc.
Este es un debate muy recurrente en la sociedad actual (al margen de consideraciones teóricas clásicas), y hace poco estuvo en boga en el Perú por el caso del delincuente juvenil ''Gringasho''. Mientras que algunos sectores pedían la pena más drástica para este mal elemento, otros trataban a este individuo prácticamente como una ''guagua'' (del término ''bebé'' en quechua) víctima de las circunstancias, responsabilizando al Estado y a la sociedad de su accionar criminal.