viernes, 31 de diciembre de 2010

El arte de Juan Francisco Mendoza.


Y para finalizar el año, los dejo con algunos dibujos y bocetos que Juan Francisco Mendoza (uno de mis dibujantes peruanos favoritos) publicó a lo largo del 2010 en su blog Wolfran Studios. Simplemente me encanta la manera en que dibuja a sus personajes femeninos. ¡Disfruten de las imágenes!









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jueves, 30 de diciembre de 2010

La EPAH! inicia sus actividades el próximo año con un taller de verano.


Se crea la Escuela Peruana De Animación e Historieta: EPAH!

Con las sugestivas iniciales EPAH! inicia sus actividades la Escuela Peruana de Animación e Historieta lanzando su veraniego taller de historietas para jóvenes de 10 a 99 años, desde el 10 de Enero hasta el 26 de Febrero del 2011, en un amplio, iluminado y ventilado local de la cuadra 2 de la Av. 28 de Julio en Miraflores.

La EPAH! se funda con el objeto de contribuir al desarrollo de la historieta peruana. Su objetivo central es convertirse en una institución educativa regular dedicada a formar historietistas de calidad que le otorguen solidez y continuidad a los oficios de dibujante, ilustrador e historietista en el Perú.

En el presente taller la plana docente está formada por tres destacados profesionales, autores de libros y colaboradores habituales de diarios y revistas nacionales y extranjeras, que desarrollarán un programa curricular de 42 horas de clases que, al finalizar, permitirá al estudiante desarrollar su propia historieta de 8 páginas. El reconocido dibujante Miguel Det dictará el curso de dibujo del rostro y la figura humana, el historietista Jesús Cossio desarrollará el tema del arte secuencial, la creación de personajes y la técnica del guión de historietas, y Avril Filomeno se dedicará a explicar las técnicas de ilustración y diseño de historietas. Adicionalmente, durante el desarrollo del taller se recibirá la visita de reconocidos artistas y autores de historietas que contarán sus experiencias creativas y técnicas de su trabajo diario.

Por tratarse de cursos especializados que requieren la enseñanza personalizada, las vacantes son limitadas.

Informes e inscripciones en la Av. Larco 986, Miraflores y en el teléfono 242 8985 y el correo libreriacontracultura@hotmail.com

La EPAH! es patrocinada por la Librería Contracultura.

(*) Nota de prensa

domingo, 26 de diciembre de 2010

Vargas Llosa y Jaime Bayly escriben sobre Millenium de Stieg Larsson.


He terminado de leer la trilogía Millenium del sueco Stieg Larsson (1954-2004) y he quedado totalmente maravillado. No me cabe duda de que sus tres novelas forman uno de los hitos fundamentales de la literatura del siglo XXI y de la historia en general. Déjenme contarles como así me animé a leer éste material. La primera vez que escuché hablar de la trilogía Millenium fue en un programa televisivo de Jaime Bayly (escritor a quien admiro y de quien he leído casi todos sus libros). No recuerdo cuál era su invitado en ése momento pero durante la entrevista se pusieron a hablar de literatura por un momento. Bayly comentó que se encontraba leyendo las novelas de Stieg Larsson y que le parecían totalmente geniales. Tomé nota mental del autor y del nombre de la trilogía. Si un escritor al que admiras recomienda un libro, pues hay que tenerlo en cuenta. El nombre Millenium despertaba mi curiosidad y no me daba niguna pista sobre la trama o el tono de la historia.

Comencé a buscar información en internet. Encontré diversos artículos de importantes periódicos del mundo que daban cuenta de que la obra de Larsson se había convertido en un fenómeno best-seller sin precendentes, pero que al mismo tiempo contaba con muy buenas críticas de los sectores especializados y académicos, incluso una prestigiosa revista literaria francesa la consideraba como la gran novela negra de la década. Para entonces, durante mis habituales visitas a las librerías locales, busqué estos libros y los encontré. Pero nunca tenían las tres novelas juntas, los encargados daban comentarios del tipo: ''se ha agotado la primera novela'', o ''todavía no nos llega el nuevo lote de la última novela, llegó uno la semana pasada pero ya vendimos todos los libros''. Confirmado: era un best-seller, incluso en el Perú. Las portadas del pintor mexicano Gino Rupert me parecían fascinantes y hacían más atractivos los voluminosos libros (cada uno tiene en promedio 750 páginas), que tenían el aspecto de elegantes ladrillos negros. El problema era el precio: S./89 soles cada libro (S./267 soles por los tres). El factor precio me impidió adquirir los libros en el acto, y además aun me asaltaba la duda: ¿Y si me gastaba toda esa plata y los libros no me gustaban? Me podría gustar Bayly como escritor, pero eso no indicaba necesariamente que sus gustos literarios coincidan siempre con los míos. Así fueron pasando las semanas hasta que un día leí en El Comercio un artículo de Mario Vargas Llosa (aún no ganaba el Nobel) sobre la obra de Stieg Larsson. La crítica era muy positiva, y un apasionado Vargas Llosa escribía sobre lo mucho que había gozado leyendo éstas novelas. Vargas Llosa es uno de mis escritores favoritos de toda la vida, y una de las personas a quien más admiro en el mundo. La recomendación de dos escritores a los que admiro (con estilos literarios muy diferentes entre sí) terminó de convencerme: tenía que leer esos libros de todas maneras.

Al fin -muchos meses después- llegó la ocasión de adquirir estas novelas en la Feria Internacional del Libro de Lima 2010, pues los encontré con 20% de descuento en el local de una librería de la que soy cliente hace varios años (Disbook Junior) y por esos días justamente había recibido una pequeña propina a manera de gratificación en mi trabajo. El monto de la gratificación coincidía casi exactamente con lo que costaban los tres libros así que sin pensarlo dos veces me los compré. Era en ése momento o nunca. Luego leí los tres libros a lo largo de aproximadamente 4 o 5 meses (cada una de las tres novelas me tomó algo más de un mes, pues el trabajo no me dejaba mucho tiempo libre) y, como comenté al comienzo de éste extenso párrafo, he quedado totalmente maravillado: deslumbrado por la capacidad de Larsson para recrear la totalidad y complejidad del mundo en sus libros, por el increíble desarrollo de sus personajes que terminan ocupando un lugar en nuestra mente como personas reales de carne y hueso (y a los que nos unen sentimientos de amistad, cariño, odio o miedo dependiendo de cada caso), por su creatividad y genio para inventarse peligrosas y fascinantes aventuras que afectan tanto la intimidad de los personajes como el destino de una nación entera. Un ejemplo de virtuosismo literario y una muestra estupenda de novela total, utilizando un lenguaje asequible y directo. Leer éstas novelas ha sido una de las experiencias más intensas y exquisitas de mi vida. Y Larsson ya ocupa un sitial privilegiado en el altar de mis escritores más reverenciados.

Larsson murió joven, a los 50 años, días antes de ver publicada su primera novela y pocos días después de entregar la tecera novela a su editor. Una pérdida incalculable para quienes admiramos su obra. ¿Y que habría pasado si Larsson no hubiera muerto? ¿Hubiera continuado escribiendo más novelas relacionadas al universo Millenium? Es posible, pero nunca lo sabremos. Al menos festejemos el hecho de que le alcanzó vida para completar su magnífica trilogía, que de hecho tiene un carácter autoconclusivo. A continuación, y con la esperanza de que ustedes amigos lectores también se animen a leer la obra de Stieg Larsson, los dejo con dos lúcidos e inteligentes artículos sobre el tema escritos por Mario Vargas Llosa y Jaime Bayly (quienes fueron los que me animaron en un primer momento a leer éstos libros, por lo que les estoy muy agradecido). En ellos encontrarán algunas claves básicas como para ir adentrándose en el universo creado por Larsson. ¿Qué esperan para leer éstas novelas? No se arrepentirán.


Lisbeth Salander debe vivir
Por Mario Vargas Llosa para El País de España (06/09/2009)

He leído 'Millennium' con la felicidad y excitación febril con que de niño leía a Dumas o Dickens. Fantástica. Esta trilogía nos conforta secretamente. Tal vez todo no esté perdido en este mundo imperfecto.

Comencé a leer novelas a los 10 años y ahora tengo 73. En todo ese tiempo debo haber leído centenares, acaso millares de novelas, releído un buen número de ellas y algunas, además, las he estudiado y enseñado. Sin jactancia puedo decir que toda esta experiencia me ha hecho capaz de saber cuándo una novela es buena, mala o pésima y, también, que ella ha envenenado a menudo mi placer de lector al hacerme descubrir a poco de comenzar una novela sus costuras, incoherencias, fallas en los puntos de vista, la invención del narrador y del tiempo, todo aquello que el lector inocente (el "lector-hembra" lo llamaba Cortázar para escándalo de las feministas) no percibe, lo que le permite disfrutar más y mejor que el lector-crítico de la ilusión narrativa.

¿A qué viene este preámbulo? A que acabo de pasar unas semanas, con todas mis defensas críticas de lector arrasadas por la fuerza ciclónica de una historia, leyendo los tres voluminosos tomos de Millennium, unas 2.100 páginas, la trilogía de Stieg Larsson, con la felicidad y la excitación febril con que de niño y adolescente leí la serie de Dumas sobre los mosqueteros o las novelas de Dickens y de Victor Hugo, preguntándome a cada vuelta de página "¿Y ahora qué, qué va a pasar?" y demorando la lectura por la angustia premonitoria de saber que aquella historia se iba a terminar pronto sumiéndome en la orfandad. ¿Qué mejor prueba que la novela es el género impuro por excelencia, el que nunca alcanzará la perfección que puede llegar a tener la poesía? Por eso es posible que una novela sea formalmente imperfecta, y, al mismo tiempo, excepcional. Comprendo que a millones de lectores en el mundo entero les haya ocurrido, les esté ocurriendo y les vaya a ocurrir lo mismo que a mí y sólo deploro que su autor, ese infortunado escribidor sueco, Stieg Larsson, se muriera antes de saber la fantástica hazaña narrativa que había realizado.

Repito, sin ninguna vergüenza: fantástica. La novela no está bien escrita (o acaso en la traducción el abuso de jerga madrileña en boca de los personajes suecos suena algo falsa) y su estructura es con frecuencia defectuosa, pero no importa nada, porque el vigor persuasivo de su argumento es tan poderoso y sus personajes tan nítidos, inesperados y hechiceros que el lector pasa por alto las deficiencias técnicas, engolosinado, dichoso, asustado y excitado con los percances, las intrigas, las audacias, las maldades y grandezas que a cada paso dan cuenta de una vida intensa, chisporroteante de aventuras y sorpresas, en la que, pese a la presencia sobrecogedora y ubicua del mal, el bien terminará siempre por triunfar.

La novelista de historias policiales Donna Leon calumnió a Millennium afirmando que en ella sólo hay maldad e injusticia. ¡Vaya disparate! Por el contrario, la trilogía se encuadra de manera rectilínea en la más antigua tradición literaria occidental, la del justiciero, la del Amadís, el Tirante y el Quijote, es decir, la de aquellos personajes civiles que, en vista del fracaso de las instituciones para frenar los abusos y crueldades de la sociedad, se echan sobre los hombros la responsabilidad de deshacer los entuertos y castigar a los malvados. Eso son, exactamente, los dos héroes protagonistas, Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist: dos justicieros. La novedad, y el gran éxito de Stieg Larsson, es haber invertido los términos acostumbrados y haber hecho del personaje femenino el ser más activo, valeroso, audaz e inteligente de la historia y de Mikael, el periodista fornicario, un magnífico segundón, algo pasivo pero simpático, de buena entraña y un sentido de la decencia infalible y poco menos que biológico.

¡Qué sería de la pobre Suecia sin Lisbeth Salander, esa hacker querida y entrañable! El país al que nos habíamos acostumbrado a situar, entre todos los que pueblan el planeta, como el que ha llegado a estar más cerca del ideal democrático de progreso, justicia e igualdad de oportunidades, aparece en Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, como una sucursal del infierno, donde los jueces prevarican, los psiquiatras torturan, los policías y espías delinquen, los políticos mienten, los empresarios estafan, y tanto las instituciones y el establishment en general parecen presa de una pandemia de corrupción de proporciones priístas o fujimoristas. Menos mal que está allí esa muchacha pequeñita y esquelética, horadada de colguijos, tatuada con dragones, de pelos puercoespín, cuya arma letal no es una espada ni un revólver sino un ordenador con el que puede convertirse en Dios -bueno, en Diosa-, ser omnisciente, ubicua, violentar todas las intimidades para llegar a la verdad, y enfrentarse, con esa desdeñosa indiferencia de su carita indócil con la que oculta al mundo la infinita ternura, limpieza moral y voluntad justiciera que la habita, a los asesinos, pervertidos, traficantes y canallas que pululan a su alrededor.

La novela abunda en personajes femeninos notables, porque en este mundo, en el que todavía se cometen tantos abusos contra la mujer, hay ya muchas hembras que, como Lisbeth, han conquistado la igualdad y aun la superioridad, invirtiendo en ello un coraje desmedido y un instinto reformador que no suele ser tan extendido entre los machos, más bien propensos a la complacencia y el delito. Entre ellas, es difícil no tener sueños eróticos con Monica Figuerola, la policía atleta y giganta para la que hacer el amor es también un deporte, tal vez más divertido que los aerobics pero no tanto como el jogging. Y qué decir de la directora de la revista Millennium, Erika Berger, siempre elegante, diestra, justa y sensata en todo lo que hace, los reportajes que encarga, los periodistas que promueve, los poderosos a los que se enfrenta, y los polvos que se empuja con su esposo y su amante, equitativamente. O de Susanne Linder, policía y pugilista, que dejó la profesión para combatir el crimen de manera más contundente y heterodoxa desde una empresa privada, la que dirige otro de los memorables actores de la historia, Dragan Armanskij, el dueño de Milton Security.

La novela se mueve por muy distintos ambientes, millonarios, rufianes, jueces, policías, industriales, banqueros, abogados, pero el que está retratado mejor y, sin duda, con conocimiento más directo por el propio autor -que fue reportero profesional- es el del periodismo. La revista Millennium es mensual y de tiraje limitado. Su redacción, estrecha y para el número de personas que trabajan en ella sobran los dedos de una mano. Pero al lector le hace bien, le levanta el ánimo entrar a ese espacio cálido y limpio, de gentes que escriben por convicción y por principio, que no temen enfrentar enemigos poderosísimos y jugarse la vida si es preciso, que preparan cada número con talento y con amor y el sentimiento de estar suministrando a sus lectores no sólo una información fidedigna, también y sobre todo la esperanza de que, por más que muchas cosas anden mal, hay alguna que anda bien, pues existe un órgano de expresión que no se deja comprar ni intimidar, y trata, en todo lo que publica e investiga, de deslindar la verdad entre las sombras y veladuras que la ocultan.

Si uno toma distancia de la historia que cuentan estas tres novelas y la examina fríamente, se pregunta: ¿cómo he podido creer de manera tan sumisa y beata en tantos hechos inverosímiles, esas coincidencias cinematográficas, esas proezas físicas tan improbables? La verosimilitud está lograda porque el instinto de Stieg Larsson resultaba infalible en adobar cada episodio de detalles realistas, direcciones, lugares, paisajes, que domicilian al lector en una realidad perfectamente reconocible y cotidiana, de manera que toda esa escenografía lastrará de realidad y de verismo el suceso notable, la hazaña prodigiosa. Y porque, desde el comienzo de la novela, hay unas reglas de juego en lo que concierne a la acción que siempre se respetan: en el mundo de Millennium lo extraordinario es lo ordinario, lo inusual lo usual y lo imposible lo posible.

Como todas las grandes historias de justicieros que pueblan la literatura, esta trilogía nos conforta secretamente haciéndonos pensar que tal vez no todo esté perdido en este mundo imperfecto y mentiroso que nos tocó, porque, acaso, allá, entre la "muchedumbre municipal y espesa", haya todavía algunos quijotes modernos, que, inconspicuos o disfrazados de fantoches, otean su entorno con ojos inquisitivos y el alma en un puño, en pos de víctimas a las que vengar, daños que reparar y malvados que castigar. ¡Bienvenida a la inmortalidad de la ficción, Lisbeth Salander!


Yo besé a Lisbeth Salander
Por Jaime Bayly para Perú.21 (17/08/2009)

Llegando a Estocolmo, mi amiga danesa Stella Wilde (ningún parentesco con Oscar) se quejó de que el hotel Berns (donde tocó recientemente Mika) apestaba a basura y el baño de su habitación (porque ella había pedido una habitación separada de la mía, pues no toleraba verme dormir con zapatos ni mis ronquidos pedregosos) olía a cloaca, a alcantarilla, a antigua mierda sueca. Stella Wilde era muy refinada y por eso era justo complacer sin más sus caprichos. Dejé mis cosas en la habitación del Berns (que era un hotel viejo, que olía a viejo, que olía a basura porque habíamos tenido la mala suerte de llegar precisamente en el momento en el que el camión de basura estaba recogiendo los desperdicios del hotel, y que indudablemente apestaba a cloaca en los baños, pero eso no me disgustaba o no me disgustaba del todo, pues lo impregnaba de una cierta sordidez humana que nos recordaba que solo estábamos de paso) y llevé a mi amiga Stella al hotel que ella conocía en Estocolmo, el Grand. Era un hotel majestuoso, señorial, el hotel donde se alojaban los ganadores de los premios Nobel. Pedimos una habitación para ella, pero estaban todas ocupadas por señores que parecían de alguna realeza en el exilio y caminaban con sombrero y bastón, como salidos de “Muerte en Venecia”, así que nos resignamos a tomar el té en la biblioteca y le pedí a Stella que me hiciera una foto porque sabía que nunca me la haría con el Nobel, como quizá se la hicieron en esa biblioteca Gabo y Paz (y espero que se la haga Vargas Llosa). El azar, ese dios veleidoso que guía nuestros pasos, nos llevó, de camino al National Museum, a un hotel recientemente inaugurado, el Lydmar, en la misma calle del Grand, una calle de un nombre tan largo, Södra Blasieholmshamnen, que me sorprende haber vencido la pereza y conseguido escribirlo. El Lydmar era un palacete modernista, el refugio barroco de los ricos y famosos, una mansión donde todo lucía bello e inmaculado, al punto que me sentía un intruso, una mancha hedionda, y temía que alguien me expulsara a patadas de allí, pero por suerte me escondía detrás de Stella Wilde, quien capturaba las miradas de hombres y mujeres.

Los empleados del hotel vestían de negro y eran todos absolutamente deseables y a todos les hubiera requerido alguna forma innoble de amor sin preguntarles su nombre y pagando si fuera el caso. Todos los muebles, candelabros, libros y cuadros del Lydmar me los hubiera robado para la casa en la que siempre soñé vivir y en la que nunca viviré (porque tal vez un escritor nunca consigue vivir donde quisiera vivir y vive a duras penas en sus libros). Stella Wilde se instaló con aire lánguido y ausente en una suite del Lydmar que no era precisamente barata (cinco mil coronas la noche), pero ella sabía que su belleza era tal que no tenía precio (o, como se dice con cierta ordinariez, que se trataba de una mujer de alto mantenimiento) y que nada de lo que yo gastase por contemplarla (y, si tenía suerte, por rozarla) compensaría el incalculable deleite que me procuraba su sola presencia, la aventurera decisión que había tomado en un bar de Copenhague: la de viajar conmigo, un extraño, un peruano, un hombre gordo con boina y el hígado estragado, a caminar las calles de Estocolmo, que ella se jactaba de conocer. En efecto, comprobé que me asistía una guía de lujo.

Me llevó a la isla sureña de Södermalm y me hizo fotos en el departamento modesto donde vivió Lisbeth Salander (el que luego cedió a su amiga lesbiana Mimi) en la calle Lundagatan, y en el departamento lujoso que compró Lisbeth, en las alturas de la calle Fiskargatan, tras saquear cibernéticamente las cuentas de un magnate inescrupuloso y hacerse muy rica, desde las cuales se alcanzaban a ver al National Museum y el Lydmar, al otro lado del remanso de agua báltica del lago Mälarem, y frente al edificio de la calle Bellsmangatan 1, donde vivió el periodista Mikael Blomkvist. Fue un momento emocionante para mí y creo que para ella también, pues ambos habíamos leído, hechizados, raptados por el vértigo perverso de su prosa, la trilogía de Stieg Larsson, y nos resistíamos a creer que Lisbeth Salander era una criatura ficticia y, todavía aturdidos por el poder persuasivo de esas novelas, estábamos seguros de que ella existió y vivió en ese edificio gris de Lundagatan y luego se mudó a ese otro edificio de Fiskargartan y nadie en el mundo nos convencería de que Stieg Larsson se inventó todo y Lisbeth fue solo una mujer que él imaginó en sus últimos días delirantes y ermitaños, envuelto en una nube de tabaco que le costó la vida. Mi amiga Stella me llevó al edificio de la revista donde murió Larsson (o donde le dio un infarto, pues acabó de morir en una ambulancia, camino al hospital).

Aquel día funesto de 2004 era la una de la tarde, Larsson había terminado su trilogía desmesurada y genial, fue a trabajar a la revista, apretó el botón del ascensor, no funcionaba (el azar, siempre el azar), subió por las escaleras hasta el séptimo piso y poco después le sobrevino un infarto.

Tenía cincuenta años, fumaba mucho (dicen que dos cajetillas diarias) y no dejó escrito un testamento. Su trilogía ha vendido más de veinte millones de ejemplares en distintos idiomas; no es fácil encontrar a un sueco que no haya leído al menos una de las tres novelas de “Millennium”. La mujer de Larsson, Eva Gabrielsson, con la que nunca se casó (seguramente para preservar el amor), no ha podido heredar una sola corona de las cuantiosas regalías. Como Larsson cometió el descuido de no dejar testamento, los herederos de la vasta fortuna que sus libros han dejado terminaron siendo (el azar, de nuevo el azar) su padre Erland y su hermano Joakim, con quienes tenía una mala relación (como era de suponer en un buen escritor).

Nunca había viajado a una ciudad imantado por el poder magnético de un escritor. Vine a Estocolmo por culpa de Larsson o gracias a Larsson. En los bares de lesbianas de Södermalm, creía ver a Lisbeth Salander (muy flaca, musculosa, tatuada, ágil y astuta como un gato). En los cafés refinados de Östermalm, creía ver al tutor depravado de Lisbeth, ese sátiro que abusó de ella. En los parques apacibles y floreados de Södermalm, o en el bar bohemio del hotel Rival, creía ver a Mikael tomándose una cerveza, tratando de desenredar la maraña infinita en la que, a riesgo de su vida, su vocación de justiciero lo había metido. No era yo el único forastero que caminaba aquellas calles buscando las casas donde vivieron Lisbeth y Mikael. De vez en cuando, me cruzaba con gente solitaria, extraviada, poseída por la misma enfermedad, sedada o excitada por el mismo poder febril de las palabras de un escritor, y les decía qué calles debían recorrer para llegar al lugar donde nuestra heroína se escondía de Todo lo Malo. Uno de los taxistas se rio de mí y me dijo: Pero esa chica no existió, nunca vivió allí, todo es mentira, es solo una novela. Yo le dije: se equivoca, señor, Lisbeth Salander existió, vive aún y es mi amiga. El taxista me miró con una mezcla de incredulidad y desdén y decidió que no le convenía conversar con chiflados que venían desde tan lejos a buscar fantasmas que solo habitaban en los libros de un sueco ya muerto.

Después de visitar los lugares más memorables de las novelas de Larsson y hacernos fotos en ellos y hacerles fotos a otros adictos a sus novelas (por lo general, gente taciturna, melancólica, de países inverosímiles, como Islandia o Polonia), nos resignamos a visitar los museos, el National, el de Arte Moderno, el Vasa, que exhibe una balsa vikinga que se hundió siglos atrás y fue reflotada, pero ningún cuadro de Picasso o Gauguin, ninguna escultura de Rodin, ningún vestigio de la vida y la historia escandinavas, incluyendo sus palacios reales y sus guardias vestidos de azul, nos conmovió tanto como el edificio de Lundagatan 47 (un modesto edificio gris en una calle empinada, en los extramuros de lo que antes era un barrio obrero), o el edificio añoso pero bien conservado, arriba de la colina de Mosebacke, en Fiskargatan 9 (donde imaginé a Lisbeth gastando las millones de coronas suecas que había robado cibernéticamente a un hampón de alta sociedad y que había escondido en una cuenta de un banco en Gibraltar), o el edificio barroco de la calle Bellmansgatan 1, donde Mikael Blomkvist amaba a varias mujeres, comía sánguches de queso y se devanaba los sesos tratando de zafarse de la telaraña en la que, buscando una verdad esquiva, tratando de hacer justicia, se enredaba más y más.

Ningún escritor me había secuestrado tan poderosamente como Stieg Larsson. Ningún escritor me había humillado tanto como él (pues leyéndolo comprendí la insignificancia de mis libros). Ningún escritor me había dopado al punto de obligarme a viajar al país donde ocurrían sus ficciones para sentirme en cierto modo parte de ellas o para sentir que esas ficciones no eran del todo falsas, que había en ellas un punto de verdad, una realidad que solo sus lectores más leales podíamos hallar. Por eso vine a Estocolmo, no para comprar ropa ni para hacerme un corte de pelo vanguardista (es curioso cómo les gusta a los suecos jugar con su pelo) ni para recorrer palacios y museos. Vine para agradecerle a Larsson, ya tarde, los viajes alucinados a los que me arrojó de bruces con sus ficciones, para agradecerle por el efecto narcótico, adictivo, que sus libros operaron en mí, para encontrar a Lisbeth Salander en alguna madriguera o escondrijo de Södermalm.

Una noche, saliendo del bar del hotel Rival (cuyo propietario, Benny Andersson, fue cantante del grupo Abba), caminé un par de calles y me metí a un Seven Eleven (es notable la cantidad de Seven Elevens que hay en Estocolmo) y estuve seguro de que esa mujer flaca, de pelo negro, muy corto, con los brazos musculosos, tatuados, sin maquillaje, con ojos felinos, asustadizos, era ella, Lisbeth Salander. Era idéntica a la actriz sueca que daba vida a Lisbeth en la primera película de la trilogía que había visto en un cine de Madrid (“Los hombres que no amaban a las mujeres”, que, según mi amiga Stella Wilde, debería llamarse, en rigor, “Los hombres que odiaban a las mujeres”), era exactamente como la Lisbeth que me había imaginado leyendo las novelas de Larsson. Estaba sola, comiendo un plátano y mirando a todos de soslayo, como si estuviera a punto de salir corriendo, huyendo de algún enemigo gigante y desalmado que quería matarla. Me acerqué a ella y le pregunté si era Lisbeth. Me dijo en inglés que ella estaba dispuesta a ser quien yo quería que fuese, siempre que le comprase chocolates. Le pregunté si podíamos sentarnos en el parque Mariatorget. Me dijo que primero tenía que comprarle una Coca-Cola, un donnut y tres chocolates Snickers en miniatura. No dudé en complacerla. Por suerte mi amiga Stella Wilde dormía en el Lydmar, sedada por mis pastillas. Caminamos al parque, nos sentamos en una banca, comió los tres Snickers en miniatura sin invitarme ninguno (yo sabía que Lisbeth era egoísta al punto de rozar la crueldad) y luego, sin decirme nada, me besó. Fue un beso largo, violento, desesperado, un beso que era el primero y sin duda también el último. Me mordió los labios, dejándome un sabor a sangre. Luego se fue deprisa, sin voltear a mirarme. Estoy seguro de que era Lisbeth Salander. Estoy seguro de que Stieg Larsson no se la inventó, de que ella aún está viva y de que yo la besé una noche de agosto en un parque Mariatorget de Södermalm, a las tres y media de la mañana.


jueves, 23 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad y los mejores deseos para el 2011!


Quiero desearles a todos los lectores del blog que tengan unas felices fiestas. Que pasen la Navidad con su familia y sus seres queridos y que el próximo año sea mucho mejor que éste que ya se va. Como éste es un blog especializado en cómics creo que es conveniente hacer un repaso de lo que aconteció el 2010 en nuestro país en el ámbito historietístico, que en general me pareció un buen año.

Hubo bastante producción nacional de cómics, felizmente trabajos de mucha calidad que sobresalieron entre algunas publicaciones bastante mediocres. En cuanto a revistas, David Galliquio presentó La Mosca #3 y los Bros. Gonzales el cabalístico número #13 de Carboncito. Óscar Choquecota lanzó un one-shot de su serie Mechanical Killers. Librería Contracultura siguió apostando fuerte por la historieta y publicó bastantes títulos en formato novela gráfica: Islas de Rodrigo La Hoz, Las Moscas No Vuelan de Noche de Santiváñez y Lavida, Barbarie de Jesús Cossio, y la segunda edición de Todas las Aventuras de El Cuy de Juan Acevedo, entre otras publicaciones. La calidad de edición y presentación de sus libros ha mejorado mucho, y Contracultura se va afianzando como la primera editorial peruana especializada en cómic independiente, con un catálogo bastante amplio y que no deja de expandirse. Juan Carlos Delgado publicó su Fashionman79, con el importante auspicio de una institución educativa de prestigio como la USMP. Quizá lo más sorprendente del año fue que una editorial internacional como Alfaguara se animara a publicar una novela gráfica de autores peruanos, me refiero a Ciudad de Payasos de Daniel Alarcón y Sheila Alvarado. Y César Carpio Guerra ilustró una novela gráfica para el sello español Glénat. Como dije al comienzo del párrafo, se produjo bastante material nacional de calidad, lo que nos permite ser optimistas y no desanimarnos ante la existencia de publicaciones comiqueras muy mediocres, las que -seamos sinceros-, también abundan y que muchas veces incluso son las que más se publicitan y las que pretenden erigirse como las únicas muestras del cómic peruano. Felizmente el cómic peruano no es exclusividad de nadie (mucho menos de aquellos que se llenan la boca hablando en su nombre) y los ejemplos mencionados líneas arriba nos indican que sí hay cómic peruano de calidad.

También se realizaron muchos eventos éste año. Entre los más importantes: la visita del dibujante Enrique Alcatena (Argentina) durante el Primer Salón del Cómic que se realizó en la Feria Internacional del Libro de Lima 2010 y la visita de los autores Cárlos Giménez (España) y ATAK (Alemania) durante el tercer festival Mundo Viñeta 2010. Los guionistas Hernán Migoya (España) y Diego Agrimbau (Argentina) animaron las celebraciones por el Día de la Historieta Peruana. Ellos y otros importantes representantes de la historieta mundial visitaron nuestro país éste año, brindando talleres, conversatorios y conferencias que fueron un total deleite para los que pudieron asistir a éstos encuentros.

No dejó de llamar la atención que diversas librerías como Crisol, Ibero o El Virrey hayan comenzado desde éste año a aumentar su oferta de cómics, una oferta que en años anteriores era bastante limitada (bueno, exceptuando a El Virrey que sí tiene una sección dedicada al cómic desde hace bastantes años). Si bien los precios son bastante elevados al menos es rescatable que librerías peruanas tradicionales comiencen a incluir dentro de su catálogo a obras historietísticas. Entre lo más saltante tenemos la venta de Persépolis de Marjane Satrapi en Librerías Crisol, los dos tomos de Una Vida Errante de Yoshihiro Tatsumi y diversos libros de Jason en El Virrey y el Breakdowns de Art Spiegelman en Ibero, por no mencionar muchos otros títulos. Como dije, los precios de éstas librerías son muchas veces prohibitivos, pero el hecho de que ya se estén comenzando a exhibir cómics en las vitrinas de nuestras librerías tradicionales es un gran avance que contribuye positivamente a la difusión del medio.

Para aquellos fanáticos del género superheroico el año tuvo sus sorpresas gracias a la publicación de cómics de la Marvel por parte del diario Perú.21, y vieron luz en nuestro país algunas series como Thor (2007) de Straczynski y Coipel o Invincible Iron Man (2008) de Fraction y Larroca. Lamentablemente, hacia finales de año el proyecto ha sufrido un notorio bajón, las publicaciones se han hecho más espaciadas y la variedad de títulos ha disminuido, centrándose en series más convencionales como Amazing Spiderman (la etapa Brand New Day), y de mayor antiguedad como New Avengers de Bendis y Finch del año 2005. La poca coherencia en cuanto a la cronología y la continuidad del cada vez más escaso material que publica, hace que las esperanzas depositadas por un gran sector del público en éste proyecto se vayan apagando lentamente. El año que viene bien puede ser el año del resurgimiento, como del hundimiento definitivo de éste proyecto.

Para finalizar este post dejo una lista de cosas relacionadas al mundo del cómic que me gustaría que pasaran el próximo año:

- Que Perú.21 publique sagas como Batman: The Long Halloween o Wolverine Old Man Logan.
- Que la producción historietística nacional siga incrementándose, pero que las publicaciones de calidad aumenten y que las mediocres desaparezcan.
- Que la revista Carboncito publique al menos dos números en el 2011.
- Que David Galliquio saque al menos dos números más de La Mosca en el 2011.
- Que se vendan cómics en los kioskos, que alguien le haga la competencia a Perú.21 (y de preferencia con cómics que no sean de superhéroes).
- Que los resultados del Premio Librería Contracultura de Novela Gráfica 2011 sean tan positivos como los del 2010.
- Que los eventos comiqueros del 2011 sean mejores que los del 2010.

Y en lo personal:

- Poder comprar y leer por fin algunas obras capitales de la historieta mundial que aún no he leído como Maus de Art Spiegelman, From Hell de Alan Moore, Jimmy Corrigan de Chris Ware, Black Hole de Charles Burns, Fun Home de Alison Bechdel, entre muchas otras (y a ver si consigo un trabajo digno que me permita adquirirlas).
- Conseguir unos tomitos de Batman que hace ya varios años tengo en la mira: Batman & The Monster Men y Batman & The Mad Monk de Matt Wagner.
- Hacer algunos guiones de cómics para que los dibujen algunos de mis amigos artistas, y quizá publicarlos o presentarlos a algún concurso.
- Publicar un proyecto pendiente que ya está listo hace varios meses, en el que trabajé junto a Carlitos Lavida.
- Y... creo que no se me ocurre nada más por el momento.

Y a ustedes ¿Qué les pareció lo mejor y lo peor del 2010? ¿Cuales son sus deseos y expectativas comiqueras para el 2011? La seguimos en la sección de comentarios ¿ok?...


martes, 21 de diciembre de 2010

Taller de Historieta Carboncito 2011.


TALLER DE HISTORIETA CARBONCITO 2011

Inicio: Martes, 04 de enero de 2011 a las 10:00 am.
Lugar Espacio La Ex Culpable, Sucre 101 Barranco.

El taller de Historieta en el espacio La Ex Culpable se viene desarrollando por 4 años consecutivos gracias al apoyo de los amigos de este cálido espacio, donde enseñamos a niños y jóvenes, técnicas de historieta, guión, creación de personajes y el desarrollo de fanzines. Contamos con una mesa de lectura de diversas publicaciones nacionales e internacionales, además de contar con artistas invitados en los talleres. Dirigido por Renso y Amadeo Gonzales, creadores de la Revista de Historieta Carboncito, que editan desde el 2001. Han realizado otras publicaciones, eventos, talleres y han participado de festivales internacionales como la Gran Semana Suelta de Viñetas en Buenos Aires el pasado mes de setiembre del 2010.

Informes: 4840488 / 994543892 y carboncitofanzine@yahoo.com
Visiten: http://www.carboncito.blogspot.com/

(*) Nota de prensa

jueves, 16 de diciembre de 2010

Sinopsis y comentarios sobre las obras ganadoras del 1er Premio Contracultura de Novela Gráfica 2010.


En el presente post haré una sinopsis y un breve comentario acerca de la obra ganadora y de la obra finalista del 1er Premio Librería Contracultura de Novela Gráfica 2010. La iniciativa que tomara Benjamín Corso (administrador y dueño de la Librería Contracultura) a mediados de éste año resultó muy positiva y ha dado sus primeros frutos en forma de dos novelas gráficas editadas con gran esmero y cuidado. El concurso ha animado a muchos artistas nacionales a experimentar con el formato de mediano y largo aliento que ofrece la novela gráfica, un tipo de cómic que no había tenido una tradición muy grande en nuestro país. Esperemos que éste premio se convierta en una tradición anual y que la calidad de las obras ganadoras se mantenga y en lo posible vaya aumentando con el correr del tiempo.

Islas


Autor: Rodrigo La Hoz (1982)
72 páginas

Sinopsis: Cornelio tiene algunos problemas recurrentes con su estado de ánimo. Su psiquiatra le ha recomendado una nueva medicación para tratar su depresión y sus arrebatos de ansiedad. Guillermo, su amigo y ocasional amante, lo ha animado a reemplazar la medicación por hongos alucinógenos, a los que considera antidepresivos naturales. Cornelio vive en un pueblito escondido entre el mar y la pista de aterrizaje del aeropuerto internacional de Lima, conformado por unas cuantas huertas y algunas casuchas. Allí cultiva champiñones y caracoles. Cosas extrañas suceden en el pueblo: una anciana vende miel de avispa, la cual tiene propiedades alucinógenas. Un aprendiz de chamán mantiene a un grupo de niños bajo el constante influjo de estupefacientes. Relacionarse con éstas personas le traerá a Cornelio algunos problemas. En medio de todo, Cornelio recibe la noticia de su próxima paternidad. Éstos son algunos de los elementos que configuran la historia de Islas, que por momentos se nos presenta a travéz del filtro del efecto de sustancias psicotrópicas, que nos alejan de nuestros marcos referenciales racionales y nos reconcilian con nuestra condición de organismos biológicos cuya función elemental es la de aferrarse a la existencia.

Comentarios: La aparición de Rodrigo La Hoz en la escena de la historieta nacional ha sido un fenómeno al que no encuentro comparación en los últimos años. Desde sus primeros trabajos en el fanzine autopublicado Borde y sus colaboraciones para la revista Carboncito mostró un talento historietístico y una consistencia en el dibujo y la disposición de las viñetas poco común en nuestro medio. Y ahora presenta una novela gráfica de 72 páginas que funciona a la perfección y por cuyas páginas el lector discurre armoniosamente, guiado por las imágenes y textos que se concatenan en un ejemplo de excelente manejo del arte secuencial. Y es que La Hoz, pese a interesarse en el mundo del cómic y a comenzar su carrera como historietista hace muy poco tiempo, da la impresión de ser un autor profesional con muchos años de carrera a cuestas. 

En Islas, La Hoz experimenta con una serie de historias paralelas que se cruzan entre sí. Como todo un maestro del medio, no muestra temor a la hora de pensar en grande y presenta a una gran variedad de personajes, todos con características muy particulares. Algo que me llamó mucho la atención en ésta novela gráfica es que hay mucho movimiento: cambios de escenarios, de atmósferas y de situaciones. La Hoz domina una gran cantidad de técnicas que le permiten que toda ésta variedad de personajes, escenarios y situaciones fluyan de una manera coherente y lineal, por mucho que la novela se sumerja por momentos en el absurdo y lo ilógico de los trances psicodélicos. Conversaciones telefónicas, escenas de flashback o flashforward, sonidos, sensaciones, visiones en estados alterados, todo lo narra y grafica con un derroche de técnica y de limpieza descriptiva impresionante. En fin, que estamos ante una obra de gran calidad y de gran importancia, que destaca sobre todo por su alto valor innovador y creativo y por representar un lienzo de constante experimentación del lenguaje propio del cómic.
  
Las Moscas No Vuelan de Noche


Guión: César Santivañez (1980)
Dibujo: Carlos Lavida (1983)
80 páginas

Sinopsis: Ed Hibert es un asesino en serie, y recorre los malecones barranquinos en busca de una nueva víctima. El destino le regala un encuentro con una mujer que a lo largo de la novela se revelará como el alma gemela de Hibert en muchos aspectos. Ambos comparten la pasión por la música clásica y tienen una visión muy parecida sobre el poder sagrado y redentor del arte. Ella cederá a los arrebatos del deseo y dejará que el azar guíe sus pasos, él intentará hacerla caer en su trampa y así poder ejecutar en ella la espeluznante sinfonía de la muerte a la que es adicto. La relación entre éstos dos personajes se presenta como un enfrentamiento entre mundos paralelos, como un juego de espejos en el que la tensión aumenta a cada instante hasta que el vesánico ED decide que es tiempo de dejar a un lado el juego de seducción y pasar a acciones más concretas.

Comentarios: Después de leer esta novela llego a la conclusión de que se trata de un trabajo bastante experimental, con un tema bastante dificil: la narración de un asesinato. El manejo del lenguaje del que hace gala César Santivañez en los textos es excelente. La prosa es bastante fina y muy bien trabajada. Lavida muestra ciertamente un buen manejo del carboncillo en sus dibujos, los cuales son sobrios y correctos. Pero por momentos me queda la sensación de que el lenguaje visual y escrito corren de una manera paralela, sin llegar a integrarse totalmente. Quizá éste trabajo se acerque más al campo del cuento ilustrado que al del cómic convencional. Nuevamente vuelven a mí algunas palabras: experimental, poco convencional, rara, distinta, densa.

Sin embargo, pese la manera bastante peculiar de utilizar las posibilidades que ofrece el medio historietístico, los autores desarrollan satisfactoriamente su historia, con resultados muy interesantes: el manejo innovador de los ritmos narrativos, el tratamiento que se le da a la música clásica como protagonista esencial del relato, el desarrollo de atmósferas introspectivas e intimistas (que nos permiten sumergirnos en el mundo interior y en la lógica tanto de la víctima como del verdugo), y la presencia del lenguaje poético en todo momento.

Personalmente, las historias en las que sucede poco o casi nada no suelen ser de mi agrado. Las Moscas No Vuelan de Noche es básicamente la descripción emocional de dos personajes durante una coyuntura dramática. Los elementos que configuran la historia (cantidad de personajes, escenarios, tiempo en el que transcurren los acontecimientos) son mínimos. Incluso el descenlace de la historia es obvio para aquellos que ya conocíamos de antemano la profesión del personaje Ed Hibert (a quien Lavida viene utilizando hace años en un campo bastante diferente: el humor gráfico). Sin embargo lo que me permitió disfrutar de ésta obra es el cuidado que los autores han puesto en ciertos detalles, tanto en el lenguaje escrito como en el visual, logrando momentos en los que impresionan, turban e inquietan al lector. En general, una obra con un enfoque poco convencional y bastante experimental del género de las historietas de horror.

* * * * *

Islas y Las Moscas No Vuelan de Noche son dos obras muy diferentes entre sí que abren positivamente el panorama de la historieta peruana contemporánea. Junto a otros antecedentes, representan los primeros pasos del formato de novela gráfica en nuestro país. Su lectura es básica para aquellos que deseen hacerse una idea de algunas de las propuestas estéticas y narrativas de los jóvenes historietistas nacionales. 


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Perú.21 cancela intempestivamente la tira humorística de ''El perro Cholín'' de Juan Acevedo. Mi opinión al respecto.


Parece que desde hace unos cuantos días dejó de aparecer sin previo aviso la tira humorística ''Barrio'', protagonizada por el perro Cholín y sus amigos, realizada por el conocido historietista nacional Juan Acevedo y que se publicaba en el diario Perú.21. Ante esto, un grupo de admiradores de la obra de Acevedo, y al parecer entusiastas lectores de ésta tira en particular, han expresado sus quejas a travez de una carta dirigida al director del diario Fritz Du Bois en la que le piden enmendar su decisión y seguir publicando la tira del perro Cholín.

En dos comunicados aparecidos en el blog La Nuez (en los que firman varios miembros del Club Nazca de la Historieta, algunos historietistas, dueños de librerías y lectores en general) se dicen algunas como las que cito textualmente a continuación:

(...) expresamos nuestra extrañeza ante el repentino cese de publicación de la tira cómica “El Barrio”, la única tira cómica peruana diaria en el periodismo actual, del destacado artista gráfico Juan Acevedo, con 40 años de labor profesional y creador del personaje más entrañable “El Cuy”, con más de 30 de años de vida en nuestro imaginario gráfico (...) confiando en que usted pueda enmendar la acción desafortunada que motiva esta carta, expresamos nuestra sorpresa ante este cese sin tomar en cuenta la opinión de sus lectores y menos la trayectoria de uno de los colaboradores que más caracteriza a “Perú.21”.

Nos quedamos sin historieta nacional en el periodismo peruano (...)  lo menos que podemos decir es que estamos extrañados que la única historieta de un autor nacional que se aprecia (o apreciaba) actualmente en los periódicos locales, ya no este más. Sin mediar una explicación, ésta fue retirada, se mantiene sí por ejemplo la historieta extranjera en la sección amenidades, lo que hace reflexionar si realmente estamos frente a una discriminación a los autores locales.

Es claro que "Barrio" reflejaba de modo cercano el entorno social y político y a la idiosincrasia del lector nacional. Lamentamos la pérdida de un espacio, un espacio de la Historieta Peruana, que es casi como la extinción de una especie que debería estar protegida, al menos, si no por la ley ,queremos pensar que si debe estar protegida por los lectores, por eso planteamos nuestra amarga y sorprendida queja. Y convocamos a los colegas, amigos, lectores a que nos envien sus firmas a través de los comentarios, para ser presentados a Perú.21.

Quiero analizar un poco el contenido de éstas cartas de queja:

Para comenzar, el título de uno de los artículos ''Nos quedamos sin historieta nacional en el periodismo peruano'' es totalmente inexacto. El propio Juan Acevedo se encarga de una tira de humor político que aparece todos los Sábados en el mismo diario Perú.21 llamada Love Story. Y en muchos otros diarios y revistas periodísticas del país se dedican varios espacios al humor gráfico de artistas nacionales. Decir que por la cancelación de Barrio la historieta peruana ha desaparecido del periodismo peruano es falso.

Segundo, no comparto la extrañeza ni la sorpresa de los firmantes ante el cese repentino de una tira cómica, pues no hay nada de anormal en ello. Antes de estar viendo complots discriminatorios contra autores peruanos o de anunciar la defunción de la historieta peruana éstas personas deberían ponerse un rato a pensar en que talvés, la tira fue simplemente cancelada por su falta de éxito y por su poca capacidad de crear una empatía con el público lector.

He leído unas cuantas tiras de Barrio y creo no ser injusto si digo que debe tratarse de uno de los trabajos más flojos y menos representativos de los que conforman la larga y variada carrera historietística de Juan Acevedo, muy por debajo -en términos de creatividad, originalidad y calidad- de otras obras suyas como El Cuy, La Araña No, o la misma tira Love Story (uno de sus mejores trabajos de los últimos tiempos, y que a mi parecer mejora semana a semana) que se sigue publicando en el mentado diario. Si a mí la tira Barrio (que ojo: muy de vez en cuando sí me hacía reir con alguna que otra ocurrencia) no me llamaba mucho la atención ni despertaba gran interés ni expectativa, pues debo suponer que a una gran cantidad de lectores tampoco les interesaba demasiado.

Pero lo principal es que no veo nada raro en que un diario decida eliminar una tira cómica específica (así se trate de la de un autor nacional o extranjero) si no le da los resultados que esperaba. Perú.21 es una empresa privada que se rige por las leyes de mercado y no tiene ninguna obligación de publicar determinada tira humorística eternamente. Tampoco tiene nada de raro que un autor de historietas se quede de pronto ''sin chamba'', pues un historietista es un ser humano como cualquiera de nosotros que puede perder su trabajo de un momento a otro. A menos que algunos crean que ciertas personas tienen una especie de corona y merecen tener trabajo asegurado de por vida. Además, ni siquiera es el caso de que el señor Acevedo se haya quedado sin trabajo, pues sigue publicando su serie Love Story (repito: a mi parecer un trabajo mucho más consistente, sólido y coherente que Barrio) todos los Sábados en el mismo diario.

Ahora, definitivamente el diario está en falta si decide cortar intempestivamente la publicación de una tira cómica que contaba con cierta continuidad en sus historias. Lo mínimo era darle un plazo al autor para que termine con el arco argumental que venía desarrollando al momento en que se tomó la decisión de cancelar la tira. Pero no me pronuncio más al respecto porque no sé los detalles exactos de cómo ni en qué momento se canceló la publicación de las aventuras del perro Cholín.

Finalmente, creo que en general, éste ha sido un muy buen año para la historieta peruana, ha habido mucha autopublicación, con algún material de muy buena calidad, y editoriales como Contracultura o Santillana han apostado por la publicación de diversas novelas gráficas, se han organizado muchos eventos, presentaciones, etc. No hagamos una tormenta en un vaso de agua ni hablemos de complots antiperuanos, de la muerte de la historieta peruana, ni de cosas por el estilo por el simple hecho de que un diario dejó de publicar una no muy inspirada tira (que no tiene por qué representar a toda la historieta peruana) del señor Juan Acevedo. Y bueno, si algunos creen que se puede obligar a un periódico a seguir publicando una tira que seguramente no tiene éxito, pues están en todo su derecho de intentarlo. Pero no cuenten con mi firma, al menos no por ahora.

Las tiras de Cholín y compañía me hacían sonreír muy de vez en cuando. Aquí una muestra de lo que me parece una tira lograda.

Enlaces a los comunicados aparecidos en el blog La Nuez:

domingo, 12 de diciembre de 2010

Una visita a Librería Mediática.


La librería Mediática (ubicada en la calle Alcanfores #295 tda.17, Miraflores) se especializa en publicidad, moda, arte y diseño y tiene toda una sección dedicada al cómic. En ella encontramos una gran variedad de cómics y novelas gráficas además de libros relacionados al mundo de la historieta mundial (biografías, tutoriales, estudios y ensayos). Lo mejor de todo es que por fiestas navideñas estan haciendo una súper oferta durante todo el mes de Diciembre: 20% de descuento en todo tipo de libros. La visita se hace obligada para todos aquellos fanáticos del cómic que esten buscando adquirir material de muy buena calidad. Aquí los dejo con algunas muestras de lo que encontré en la librería hace unos dias (incluyendo algunas verdaderas joyitas). Como para volverse loco.

Los estantes especializados en cómic nos dan la bienvenida.

Marvel: Five Fabulous Decades of the World's Greatest Comics por Les Daniels, introducción de Stan Lee.

Wonder Woman: Amazon, Hero, Icon.

The Art of Jaime Hernandez, the secrets of life and death por Todd Hignite, introducción de Alison Bechdel.

The Complete Dirty Laundry Comics por Aline Kominsky-Crumb, R.Crumb y Sophie Crumb.

Barefoot Gen, a Cartoon Story of Hiroshima de Keiji Nakazawa, con introducción de Art Spiegelman.

Comic Art Now, ilustración de cómic contemporánea con introducción de Mark Millar.

The Art of Osamu Tezuka, God of Manga.

The Art of Osamu Tezuka, muestra de contenido.

Secret Identity: The fetish art of Superman's co-creator Joe Shuster por Craig Yoe, introducción de Stan Lee.

The Simpsons Futurama Crossover Crisis y Simpsons World, the ultimate episode guide seasons 1-20.

Drawing Cartoons & Comics for Dummies

Creating Comics! 47 historietistas reconocidos revelan sus técnicas creativas.

Macanudo Universal Vols.1-5 de Liniers.

Gigantescos libros de posters de Los Simpsons y de DC Comics.

1000 Comic Books You Must Read, de Tony Isabella.

Art in Time, Unknown Comic Book Adventures 1940-1980 por Don Nodel.

 Arab in America, controversial novela gráfica de Toufic El Rassi.

Diseño de personajes para novela gráfica.

The Complete Dori Seda Stories, con introducción de Neil Gaiman y el Blues de Robert Crumb.

The Art of Hergé y el Whatever Happened to the World of Tomorrow? de Brian Fies.

Strips, Toons, and Bluesies: Essays in Comics and Culture.

The Art of Harvey Kurtzman: The Mad Genius of Comics.

Lichtenstein Posters

Art of Modern Rock: The Poster Explosion.

La variedad de títulos es inmensa.