Acabo de terminar de leer el primer volumen de la saga de
Scott Pilgrim, cómic escrito y dibujado por el canadiense
Bryan Lee O'Malley. Ésta serie comenzó a publicarse en el año 2004 en el sello
Oni Press y consta de seis volúmenes. Éste cómic se ha convertido en un éxito de ventas en los Estados Unidos y otras partes del mundo, y recientemente se estrenó una versión cinematográfica de la serie. El cómic tiene un formato y un estilo de dibujo que se asemeja mucho al del manga japonés: tamaño
digest, 200 páginas en blanco y negro por capítulo, personajes de ojos grandes etc. Hasta la calidad del papel utilizada en la versión americana original es parecida a la que comúnmente se utiliza en los cómics japoneses. Obviamente, el autor ha tenido una fuerte influencia estética de la historieta nipona, estética que ha sabido reinterpretar y adaptar para crear un estilo novedoso y personal que llama mucho la atención.
Hace mucho tiempo que tenía curiosidad por revisar éste material y finalmente pude leer el primer tomo en edición original americana gracias a un amigo que me lo prestó. Ya satisfecha mi curiosidad haré un balance de lo que me dejó la lectura de éste cómic, una lectura que
-para ir adelantando algo- me pareció bastante irregular, con altos y bajos bastante marcados. Incluso, al terminar de leer la última página quedé con una sensación de
''oportunidad perdida''. Quizá
Scott Pilgrim pudo ser un cómic totalmente diferente al que terminó siendo.
Scott Pilgrim es un relajado joven de 23 años, desempleado
(lo cual no es impedimento para llevar una vida cómoda), y sin otra preocupación más que la de tocar el bajo en una banda de
punk rock y coquetear con una chica asiática de instituto, que tiene sólo 17 años. Así puede resumirse su vida actual en pocas palabras
(¿quién como el, no?). Durante las primeras 30 páginas
(posiblemente las mejores páginas del tomo) somos testigos de la rutina de Scott: sus encuentros y conversaciones con sus amistades, con su compañero de cuarto
gay, con su noviecita, y los ensayos con la banda de garage en la que toca. Todo con las frías y nevadas calles de la ciudad de
Toronto como telón de fondo. La historia comienza en un tono bastante intimista, cotidiano y hasta cierto punto realista, y ésto es lo que más me agrada de ésta parte de la obra. Uno parece estar introduciéndose en un cómic confesional y autobiográfico
(para el cual el estilo minimalista y de trazo grueso de O'Malley es perfecto). Los personajes y situaciones se presentan con naturalidad, y los diálogos están muy bien desarrollados.
Sin embargo, a partir de determinado punto las cosas comienzan a cambiar y poco a poco se va sugiriendo la nueva lógica dentro de la cual marchará la historia de ahí en adelante.
Scott empieza a tener sueños recurrentes con una chica de extraño peinado que usa patines en línea, con quien eventualmente llega a encontrarse en la calle. Su obsesión onírica se ha materializado en el mundo real y Scott no parará hasta conseguir acercarse a ella. Se la cruza en la biblioteca, en una fiesta
(donde se entera de su nombre: Ramona Flowers), y finalmente
-haciendo un pedido de cd's tras enterarse de que ella trabaja haciendo el servicio de delivery para la tienda virtual Amazon- logra atraerla hasta la puerta de su cuchitril.
Aquí se concreta el
quiebre epistémico de la orientación del cómic: del
realismo urbano a la
fantasía mágica. Ramona le confiesa a Scott que el motivo por el cual apareció en algunos de sus sueños es porque su cabeza se atraviesa en la ruta de sus
''autopistas subespaciales'' (subspace highways), las cuales son usadas por Ramona para crear atajos en sus rutas de
delivery. De golpe comienzan a aparecer éste tipo de
elementos fantasiosos en la historia, sacando de cuadro a algunos lectores. Durante la primera cita de Scott con Ramona Flowers
(a espaldas de su noviecita del instituto Knives Chau), ella utiliza su capacidad de transporte subespacial para escapar de una repentina nevada y trasladarse junto a Scott hasta su casa, donde pasan la noche juntos
(sin tener sexo).
En general, la temática principal del cómic ya está bastante definida para éstas alturas. Se trata de una
soup opera o
novelita sobre la animada vida sentimental de
Scott y el resto de personajes. La tensión principal se manifiesta en el triángulo amoroso conformado por
Scott,
Ramona y
Knives (con quien no se anima a terminar pues la chiquilla parece estar cada vez más enamorada de él y de su banda de rock), y en las situaciones comprometedoras que se generan cuando los tres personajes confluyen en el mismo lugar. Éste es otro momento del cómic en el que algunos lectores pueden sentirse decepcionados por el rumbo algo predecible que toma la obra. Sin embargo, los diálogos ingeniosos, las circunstancias ocurrentes y sobre todo, el vistoso y vivaracho dibujo de
O'Malley hacen que uno se anime a proseguir con la lectura.
El cómic vuelve a tener un buen momento cuando se escenifica un concierto de
rock en el que participa la banda de Scott
(Sex Bob-Omb). Los instantes previos a la tocada, los diálogos
''musicales'' entre los miembros del grupo de Scott; la rivalidad y recelo entre distintas bandas; la actitud rebelde, nihilista y punk que demuestran en el escenario los integrantes de
''Crash and the boys'' (los teloneros del concierto); la presencia de fanáticos, gruppies y curiosos en el típico
''huarique'' underground donde se realiza el espectáculo etc. representan muy bien
-aunque de manera exagerada e irónica- la movida y los entresijos de los circuitos de rock independiente en cualquier parte del mundo
(ya sea en Toronto, New York o el centro de Lima). Todos aquellos lectores que se hayan desenvuelto en éste ambiente
(como músicos o aficionados) disfrutarán mucho de ésta parte de la obra, pues podrán identificarse con lo que se narra.
Hacia el final del cómic, un exceso de fantasía ciertamente infantil vuelve a hacerme fruncir el ceño: el concierto de rock se convierte repentinamente en escenario de la pelea entre
Scott y
Matthew Patel, un ex enamorado de
Ramona Flowers, quien irrumpe en el local
¡volando desde las alturas! pero eso es sólo el comienzo: la pelea se transforma en un enfrentamiento tipo videojuego, con combinaciones de combos, saltos antigravitacionales, coreografías de baile, superpoderes y demás. Y todo termina con la victoria de Scott sobre Matthew, quien al ser derrotado
¡se convierte en moneditas! (a lo Mario Bros). Una vez finalizado todo el espectáculo de luces y fuegos artificiales, y mientras viajan en el metro luego de abandonar el alborotado local, Ramona le confieza a Scott que tiene
siete ex-enamorados diabólicos con superpoderes y que si quiere ser su nueva pareja deberá pelear con todos ellos y vencerlos
(¿?).
Como pueden apreciar, si comparamos el inicio de la historia
-de tono realista, intimista, cotidiano- con lo que sucede en las últimas páginas
-fantasía total influenciada por videojuegos, irrealidad, peleas llenas de rayos y luces- nos damos cuenta que hay un giro de
180 grados. Yo personalmente me quedo con lo que se propone narrativamente al inicio y es por eso que creo que
Scott Pilgrim pudo ser quizá un cómic diferente al que terminó siendo. Un cómic que refleje el mundo juvenil
(y su problemática sentimental) y el de la escena rockera
independiente, con ironía y exageración, pero sin llegar al punto de la fantasía extrema: personajes con superpoderes, adoptar la lógica narrativa de un videojuego etc. Y es que sabiendo el rumbo que toma la historia al final del primer volumen, de verdad que no me dan demasiadas ganas de leer los otros cinco tomos. Es decir, si el tema principal va a ser el de las peleítas alucinantes entre Scott y los ex-novios superpoderosos de Ramona que terminan convirtiéndose en moneditas cuando los derrotan, bueno, digamos que el interés que me generó la obra en un comienzo termina por desaparecer casi por completo.
En conclusión. No considero la lectura de
Scott Pilgrim como imprescindible. Quien no lea éste cómic no se está perdiendo demasiado. Sin embargo, pese a no ser una historieta profunda ni compleja, es bastante ágil y entretenida, y se deja leer con fluidez. Los personajes son carismáticos y atractivos. Y el dibujo de
O'Malley me encantó. Supongo que éste cómic será disfrutado con menos reservas y de una manera más espontánea por aquél público lector
juvenil-adolescente, por aquellos que viven inmersos en líos sentimentales veinteañeros, en amores platónicos e idealistas, y que aún sueñan con que es posible hacer una banda de rock y convertirse en los próximos
Beatles o los próximos
Sex Pistols. Yo al menos pasé un momento divertido
(claro, con sus altos y bajos) leyendo el primer volumen y no me haría de rogar para leer los otros volúmenes si es que por algún motivo
(exceptuando la compra, pues no me parece material indispensable) llegaran a caer a mis manos.