lunes, 26 de agosto de 2013

¿Puro nombre? FIERRO PERÚ #1 bajo la lupa: Mediocre publicación que no está al nivel de la gran revista argentina.


Ha llegado a mis manos un ejemplar de FIERRO PERÚ #1, revista editada por la Librería Contracultura de Benjamín Corzo. A continuación voy a explayarme sobre unos cuantos puntos que en su conjunto hacen que -a nivel general-, mi veredicto sobre la calidad de esta publicación (y más aún la relación calidad/precio) sea bastante negativo.

Ni siquiera quiero dedicarme a comentar en profundidad la calidad de los cómics (si tal cómic me parece bueno, mediocre o malo), por ahí no va dirigida mi crítica, en esta ocasión quiero concentrarme en lo que representa la publicación como tal. Los puntos que analizaré, de manera completamente objetiva, son: 1.- Concepto, 2.- Presentación y Edición, 3.- Precio y Periodicidad.

1.- CONCEPTO. Fierro es una importantísima revista de historietas argentina, quizá históricamente la mejor antología de cómics a nivel latinoamericano. Lleva (sumando dos etapas distintas) casi 200 números publicados. Por sus páginas han pasado autores de la talla de Moebius, Fontanarrosa, Horacio Altuna, Carlos Trillo, Alberto Breccia, Enrique Breccia, Solano López, Ricardo Barreiro, Juan Giménez, Juan Sasturain, Mandrafina, Diego Agrimbau, Lucas Varela, Pablo de Santis, Eduardo Risso, Juan Sáenz Valiente, etc. Con eso pueden hacerse una idea de la institución que representa esta revista, a nivel global.

En una movida marquetera, firmemente basada en la maniobra capitalista de ''franquicia'', Benjamín Corzo ha decidido publicar esta Fierro Perú. Quizá cree que el nombre es suficiente para asegurar el éxito de esta empresa (porque salvo el nombre no hay punto de comparación con la publicación original). Fierro Perú es una revista que no tiene un concepto ni una propuesta clara. Por un lado presenta reimpresiones de material publicado hace años en la Fierro original, y la acompaña con cómics de representantes nacionales.

Aquí sucede algo curioso, pues salvo un par de nombres, la mayoría de los colaboradores peruanos (Miguel Det, Jesús Cossio, Ale Torres Novoa, Rodrigo La Hoz y David Galliquio, con su propuesta de cómic arty/subte/indy/naif acriollado) son los mismos que habitualmente publican en la revista CARBONCITO editada por Renso y Amadeo Gonzáles. En ese sentido podríamos decir que Fierro Perú no es otra cosa que la revista Carboncito + ''refuerzos extranjeros''.

Ahora bien, estos ''refuerzos extranjeros'' tampoco son tales, pues ninguna de las colaboraciones argentinas es original e inédita. Todos los cómics argentinos han sido tomados de ediciones anteriores de la Fierro original, es decir son reimpresiones, refritos, reciclaje o como quiera llamarse, de la edición argentina. Por tanto nuestra ecuación quedaría de la siguiente manera: Fierro Perú = Carboncito + refritos de la Fierro original.

Siguiendo con el tema de los refritos (es decir reimpresiones, cómics que ya habían sido publicados en otros lados) sorprende que también entre los colaboradores peruanos lo que más abunde sean eso: los refritos. Mario Molina presenta 14 páginas de En La Cara No, la mayoría de las cuales (más del 75%) ya estaban dibujadas desde el año 1989. Son las mismas páginas con las que ganó el Premio Contracultura de Novela Gráfica del 2011, y ahora las mismas páginas que se publican en Fierro Perú.

Algo parecido pasa con los cómics de Ale Torres y Juan Carlos Yáñez, se trata de ''saldos'' (obras no ganadoras) de ediciones anteriores del Premio Contracultura de novela gráfica, que parecieran estár siendo utilizados para ''llenar páginas'' de esta revista, a falta de material actual. Los minicómics de 2 páginas de Miguel Det y Jesús Cossío han aparecido ambos en gran cantidad de fanzines subtes. No es material original. El cómic del arequipeño Diego Rondón (lo mejor de la revista en cuanto a material peruano) fue dibujado hace casi 10 años atrás, y así varios ejemplos. En conclusión, esta revista no presenta nada, o casi nada nuevo, actual, creado especialmente para la ocasión.

2.- PRESENTACIÓN y EDICIÓN. Si se trata de Fierro Perú, uno esperaba una portada dibujada por un artista peruano, pero en este caso se ha optado por poner una portada de un artista argentino, Juan Bobillo. Yo tengo mucho aprecio por este artista. Tengo en mi colección un par de cómics suyos, como Martín Holmes (con guión de Carlos Trillo) y She Hulk (con guión de Dan Slott). Es un gran dibujante, pero esta portada que se ha elegido no me parece muy llamativa, tampoco tiene un concepto claro, me parece una mala decisión para la portada de un primer número.

Peor aún, no hay ningún esfuerzo en el uso creativo de fuentes tipográficas en la portada. Sólo aparece el logo en la parte superior y los créditos de los autores (con una simple fuente de Microsoft Word, todo del mismo tamaño) en la parte inferior. La ley del mínimo esfuerzo. El apellido Galliquio aparece mal escrito (''Galliqui'') y se omite el nombre del guionista peruano César Santivañez. Cualquiera que tenga mínima experiencia en edición sabe que una portada debe revisarse al menos 10 veces antes de mandarse a imprenta, y no entiendo cómo no pudieron percatarse de estos errores.

Siguiendo con el tema de César Santivañez (guionista del cómic Panóptica), aparecen más errores. Si bien en la primera página sí se le acredita, con su apellido escrito correctamente, en la página 41 se lee ''César Santibañez''. Sigo sin entender cómo el editor o quien haya estado a cargo del cuidado de la edición, no se haya percatado de esto. En el índice aparece como Santivañez, y en el cómic aparece como Santibañez. O sea que era una de dos. Nada que no pudiera haberse resuelto con una llamada telefónica al autor. Pero repito, parece que la edición ha sido muy descuidada, o que simplemente no cuentan con un editor competente.

El cómic de 3 páginas de Liniers, ''Oil Company'', tiene una pobre definición de imagen. Parece que les mandaron el archivo en baja resolución o que el original se realizó para una publicación de menor tamaño. Lo mismo sucede con algunas viñetas del cómic En La Cara No, de Mario Molina, especialmente la última página de ese cómic, totalmente en baja resolución y hasta pixeleada.

El error más grave sin embargo, es la repetición de la página #6 del cómic El Buda que habla, de los argentinos Diego Navarro y Lito Fernandez, que aparece tanto en las páginas 95 y 96. Así es, al ''editor'', se le pasó una página repetida. Y esto además deja el bichito de que quizá, al repetirse una página, se omitió otra. No lo podemos saber. Siguiendo con esta historieta, resulta que se nos presenta el Cap. IV de la misma. ¿Cómo pueden incluir un cuarto capítulo en el #1 de una revista? ¿Y los tres primeros capítulos dónde están? Parece pues que estamos hablando literalmente de reciclaje editorial.

En cuanto a la calidad material de la publicación, se ha realizado con materiales de bajo costo: la portada es de una cartulina de liviano gramaje (se dobla muy fácilmente) y el papel para páginas interiores -128 en total- es un simple papel bond blanco tipo ''fotocopia''. El empastado también se ha hecho de manera descuidada (se cuartea fácilmente). En conjunto, se nota a leguas que esta publicación se ha impreso y empastado en algún huarique del centro de Lima o La Victoria, y no en una imprenta profesional.

3.- PRECIO y PERIODICIDAD. Por todo lo explicado en los primeros dos puntos, me parece exagerado que se haya establecido el precio de S./40 nuevos soles (al cambio $15.00 dólares americanos) por una publicación de esta calidad. No hay relación entre el contenido (en su mayoría refritos), la presentación (edición mediocre, materiales simples), y el exorbitante precio de la revista. Siendo justo, me parece que una revista como Fierro Perú, no tendría por qué costar más de S./15.00 nuevos soles. No hay ningún sustento para que la revista tenga un precio mayor a ese.

Finalmente, algo que llama la atención es que se haya establecido una periodicidad semestral. Es decir la revista Fierro Perú será publicada (en el más optimista de los casos, porque yo no le veo mucho futuro) sólo dos veces al año. Hasta ahí todo bien, es una decisión respetable. Pero lo que no tiene ningún sentido es que, siendo una revista de periodicidad tan poco frecuente, en vez de apostar por historietas autoconclusivas, con un final definido, completas en sí mismas, se haya decidido incluir una gran cantidad de cómics serializados (del tipo continuará…).

Muchos de los cómics de esta revista, como Panóptica (Santivañez/Espinoza), Barrunto (Sandoval/Galliquio), En La Cara NO (Malca/Molina), Leo Furia (MED) entre otros, no son más que un primer acercamiento, un atisbo, una introducción, un prólogo si desea, a sus respectivas historias. Pero resulta que entonces, para leer las próximas 5 o 6 páginas de estos cómics, tendríamos que esperar 6 meses, luego un año para la próxima entrega y así sucesivamente. Cualquier lector va a perder la ilación de las historias, ni qué decir de la gente que compre por primera vez un número avanzado. Lo que yo me pregunto es, si voy a hacer una revista semestral ¿cómo le voy a pedir cómics serializados a los autores y no historias completas? Son decisiones editoriales que no se entienden.

En conclusión Fierro Perú es una revista sin un concepto definido, no se entiende la propuesta, más que antología resulta en una mezcolanza (¿Juan Giménez al lado de MED Cómics al lado de Jesús Cossío, etc.?), lo que más abunda son los refritos y las reimpresiones, escasea el material fresco, está mal editada, tiene un precio altísimo, y lo peor de todo: deja gusto a muy poca cosa luego de ser leída.

Creo que Benjamín Corzo tendrá un arduo trabajo intentando ''enyucar'' esta publicación a potenciales -e ingenuos- compradores, dispuestos a pagar ese caprichoso precio. Y desde ya les puedo asegurar que veo muy difícil que un proyecto como este, sin pies ni cabeza, sin dirección, sin concepto, editado al champazo, llegue siquiera a presentar un segundo número algún día. Lo dudo seriamente.

miércoles, 21 de agosto de 2013

''PUSSEY!'' de Daniel Clowes. Una ácida y contundente crítica al lado más feo de la industria del cómic.


Pussey! (publicada originalmente entre 1989 y 1994 en la revista Eightball y desde entonces recopilada en tomo único por Fantagraphics Books) es una descarnada crítica -suavizada relativamente por el tono humorístico de la obra- hacia lo que se conoce comúnmente como la ''industria del cómic'' en Norteamérica (con su engranaje de editores, autores, distribuidores y reseñistas), así como a la mentada ''comunidad comiquera'' de dicho país: el público lector y los consumidores que mantienen económicamente a este armatoste social. El hilo conductor de la narración es la biografía ficticia de Dan Pussey, exitoso dibujante de cómics superheroicos y a la vez una simple tuerca de un sistema de producción mecanizado.

Esta feroz crítica es multidireccional, y Daniel Clowes reparte lo que corresponde a todos los flancos, atacando el núcleo de la problemática creativa del medio -más allá de géneros o posturas ideológicas y estéticas-, así como al público que consume únicamente determinado tipo de cómics.

En primer término, Clowes desnuda las incongruencias, miserias y abusos del sistema de producción comercial de cómics superheroicos, tipo editoriales Marvel o DC, con su enajenante modalidad de trabajo ''bajo contrato'': las canalladas perpetradas durante décadas (y aun en el presente) en temas como los derechos de autor, el escamoteo del justo pago de regalías a los creadores de los personajes, las nefastas prácticas editoriales que buscan regular y uniformizar contenidos, la imposición del trabajo en equipo tipo línea de ensamblaje (guionista, dibujante, entintador, colorista, letrista, etc.), los plazos o deadlines, y hasta la más pura humillación de la que han sido objeto muchos artistas que se han desempeñado en este campo.


Este paradigma queda encarnado en el personaje de Doctor Infinity, quien comparte protagonismo con Pussey durante toda la historia, y que con sus actitudes y manera de expresarse nos trae a la mente inmediatamente a Stan Lee, el Chairman Emeritus de la Casa de las Ideas, aunque también puede representar a otros personajes de similar proceder, quienes han estado en la cúspide de la industria durante décadas.

Motivado por comenzar a escribir sus propios guiones, Pussey asiste a un curso de escritura creativa a cargo de una profesora de la cual se enamora, quien le abre las puertas hacia el cómic de autor o cómic independiente. Y aquí Clowes aprovecha para mostrar todos los despropósitos y chanchullos de los que ha sido testigo de primera mano en esta ''escena'': un ambiente saturado de absurdas y verborreicas ínfulas intelectualoides y academicistas, editores prepotentes tanto o más parametrados que los del cómic comercial, autores que quieren reinventar la rueda con su experimentación, chatura creativa y falta de talento disfrazados de vanguardia, obras modélicas que son copiadas hasta el cansancio, etc.

Queda claro que el simple hecho de querer ser o etiquetarse a uno mismo como un autor o editor original, independiente, alternativo, alejado de tendencias etc. no basta para serlo efectivamente. Y que muchos de los vicios, fórmulas y malas prácticas atribuidas al cómic comercial o industrial, están igualmente presentes en este tipo de producción. Aquí el personaje que encarna este mundo es Gummo Bubbleman, quien está claramente inspirado en el Art Spiegelman de los tiempos de la revista RAW, pero que -al igual que el ''stanlineano'' Doctor Infinity-, puede representar a una gran cantidad de personalidades del mundo de la historieta independiente norteamericana. También se muestran las oficinas de ''Highbrow Comics'', editorial inspirada en Fantagraphics, el sello del propio Daniel Clowes en el mundo real.


Como mencioné al principio, se trata de una crítica generalizada, cruda y sin concesiones, contra todo y contra todos, exagerada y sin espacio para matices, que no le extiende un salvavidas a nadie. Aca no se trata de mostrar las dos caras de la moneda, sólo una: la más fea.

La metralleta sarcástica fusila también a los consumidores de cómics: los típicos fanboys o frikis, enclaustrados en su nostalgia infantiloide, su mentalidad estrecha y su insaciable demanda por el más repetitivo entretenimiento. A la prensa especializada que difunde, comenta y aplaude cualquier estupidez que se publica, previo pacto bajo la mesa con las casas editoras. A los coleccionistas compulsivos, a los especuladores del mercado y a los que les siguen el juego. A los artistas de galería que no hacen sino mal copiar el lenguaje del cómic y presentarlo como una versión evolucionada del medio.

Pussey! tiene como uno de sus ingredientes principales el humor (en mucho mayor medida que el resto de obras de Daniel Clowes), pero a la vez mete el dedo en la llaga con violencia, sincera las cosas y muestra desde dentro los problemas, manías, poses, dogmas, desvaríos, pretensiones, chanchullos, malentendidos, ignorancia, abusos y sinsentidos que rodean, pululan y se asientan en la industria y en la comunidad del medio que tanto amamos: el cómic.

Leer esta lúcida obra auto-referencial es indispensable para que hagamos, sea cual sea la esfera que nos una a este medio, una autocrítica y aumentemos el nivel de conciencia sobre lo que se escribe, se dibuja, y se consume, obligándonos a repensar frases hechas como ''debemos crear y fortalecer una industria del cómic en nuestro país'', ''lo que faltan son editores'', etc. 

sábado, 17 de agosto de 2013

Sobre cómics con autógrafos, bocetos, firmas y garabatos. Dándole a las cosas el valor que realmente se merecen.


Este es un tema sobre el que quería manifestarme hace mucho tiempo, pues lamentablemente en nuestro medio hay muchos oportunistas y negociantes a los que les gusta engañar y timar a los más advenedizos, dándoles a entender que ejemplares firmados -garabateados es un término más preciso- a la volada, y encima a terceras personas, se convierten en objetos económica y simbólicamente valiosos, cuando no lo son.

Comienzo compartiendo con ustedes mi sentir personal. Nunca he sido aficionado a las firmas de un autor (o autores) de determinado cómic. Es decir, encontrar en algún evento o convención a uno de los autores y que me haga una firma rápida o garabato en la portada o interior del mismo, estropeándolo totalmente (a mí entender). Menos aún que me pongan una hipócrita dedicatoria en la que hablan de cariño o amistad, si nunca antes te han visto. Cuando encuentro a algún autor que admiro, pues prefiero saludarlo y hacerle un par de preguntas, eso me parece más interesante.

Ahora claro, si el dibujante (siempre tiene que ser el dibujante, no el guionista si se trata de un dueto creativo) está dispuesto a tomarse un momento y hacerme un boceto (un buen boceto, se entiende), pues ahí cambia la cosa: bienvenido sea. Aquí los dejo con un ejemplo del que me siento orgulloso: un boceto que me hizo Horacio Altuna en su visita a Lima en el año 2011, en un ejemplar de Playboy: Las historietas eróticas de Altuna, que compré a mediados de los 90's en el Centro de Lima (luego continúo con la reflexión).


Como pueden ver, se trata de un bello dibujo (le pedí especialmente que no borre la base de lápiz, como acostumbra hacer). En sí mismo, tiene un valor estético innegable. Y con ese boceto, el ejemplar queda totalmente personalizado y se hace único. También me gustó la dedicatoria: ''¿Cómo te llamas?'', ''Guido''. Pues ''Para Guido''. Sin vacíos floros de por medio.

Aparte de la imagen, queda el recuerdo de haber visto, a centímetros de distancia, el proceso por el cual la página en blanco se convertía en una obra de arte. Y claro, el recuerdo de -en aquella ocasión- haber escuchado la charla que brindó al público y haberle hecho una pregunta. Todo en conjunto forma una experiencia valiosa, junto a un autor al que admiraba por décadas, perennizada materialmente en el boceto realizado para mi ejemplar, que al menos para mí, tiene ya un valor que trasciende todo cálculo.

Bueno pues, ¿a qué viene toda esta reflexión? A que me parece patética la forma en que acá en el Perú se ha hecho costumbre por parte de alguna gente (como Zlatko Pérez Luna de Editora VUK, o el organizador de eventos José Antonio ''Chiqui'' Vilca) sortear o -en el caso específico del segundo- incluso vender a precios estratosféricos, ejemplares firmados, mejor dicho mal garabateados, por autores como Robert Kirkman o Frank Quitely, y presentar estos cómics (lo peor de todo hasta esos simples trozos de cartón llamados ''tapas'') como si fueran grandes joyas. Juzguen ustedes mismos:


Yo no veo nada de interés ni valor en esos garabatos, hechos a la volada y sistemáticamente, que encima de todo malogran las portadas. Peor aún, si ese garabato no te lo han hecho en tu cara pelada, ¿qué valor puede tener? Se lo hicieron a alguien que no eras tú, lo firmaron sin saber a manos de quién iba a parar, ¿eso te parece de valor? Para nada. En el caso de las firmas de Kirkman en los ejemplares y cartonazos de Editora VUK, queda claro que le pusieron una ruma de 40 o 50 revistas para que Kirkman los firme uno tras otro (porque hace 2 años que vienen regalando ejemplares firmados), a la velocidad con la que un gerente firma una ruma de documentos.

¿Eso te parece digno de atesorar estimado lector? Incluso es posible (porque ese garabato es facilísimo de reproducir y porque no creo que a Kirkman le haga gracia firmar 30 ejemplares distintos a una misma persona) que algunas de las firmas sean ''made in Perú''. ¡Que viva el criollismo!

Al menos la gente de VUK, se ha dedicado a sortear estos ejemplares (que no tienen nada de especial, pero al menos no cobran por eso). El caso de José Antonio ''Chiqui'' Vilca sí es grave: este tipo se dedica a dejar en varias tiendas especializadas cómics firmados en las convenciones a la que ha ido en el extranjero, y ofrecerlos a precio altísimo. Recuerdo haber visto un TPB de All Star Superman con un garabato ilegible atribuido a Frank Quitely (sin certificado de autenticidad que lo respalde, no estoy diciendo que la firma sea falsa, pero sin certificado) a S./250 soles. ¿Quién habrá sido el gil que lo compró? ¿Acaso cree que un garabato hecho a un tercero vale algo?

Resumiendo: No le encuentro valor a los garabatos hechos a la volada, sólo a los bocetos. Y en ambos casos (así se trate de firmas, para los que les guste eso), la gracia es que te lo hagan frente a tu cara pelada. ¿Dónde está el valor sino pues en el recuerdo físico que evoque una experiencia agradable con un autor admirado? ¿Puede haber gente tan tontorrona que crea que un cómic firmado a un tercero, de los que hay por millares en todo el mundo, que además ni siquiera tiene un certificado de autenticidad, tenga un valor económico o siquiera simbólico? Despierten pues señores, no se dejen engañar por los oportunistas, no valen nada.

La yapa: si bien los tomos (tapa blanda o dura) cuentan generalmente con páginas en blanco o espacios vacíos junto a los créditos donde los autores puedan hacerte un boceto, no sucede lo mismo con los comic-books tradicionales (conocidos como ''grapas'', ''floppies'' o ''single issues''). Por lo mismo un boceto, o un garabato/firma no hacen sino tapar el arte pre-existente y afear el ejemplar.

Pensando en esto, desde hace unos años las editoriales norteamericanas vienen ofreciendo ocasionalmente las ''blank covers'', que son portadas variantes totalmente en blanco (con el logo y los créditos, pero sin imágenes), de tiraje muy limitado, y que se venden exclusivamente en convenciones, a un precio que no suele bajar de los $20 dólares. El precio es elevado, pero lo más probable es que encuentres al autor de ese cómic en la misma convención donde lo compraste y así pueda realizarte un boceto en la portada, personalizándolo totalmente. Me parece una iniciativa muy interesante.

domingo, 4 de agosto de 2013

Portadas de Justice Magazine, por Stanley Lau (Artgerm).


Sensación en las redes están causando las portadas ''ficticias'' de Justice Magazine del artista hongkonés Stanley Lau, a.k.a. ARTGERM. Convertidas en viral, lo más seguro es que ya hayas visto alguna en tu muro de facebook. Caso contrario, acá puedes disfrutar de las 6 ilustraciones de esta serie realizadas hasta el momento por este genial dibujante en sus ratos libres (así es, se trata de simple fan art o ''arte fan'' no remunerado, hecho por simple amor a los personajes).

ARTGERM es uno de los artistas más reconocidos del mercado asiático, quien se desempeña en distintos campos como la ilustración, diseño, dirección creativa y arte conceptual (esto último no se refiere a los ''garabateros'' que exponen sus cojudeces indescifrables en los  grandes museos del mundo, sino se refiere a un artista que diseña personajes o escenarios para películas, videojuegos, etc.).

Algunas de las empresas con las que mantiene una habitual relación de trabajo son CAPCOM, DC COMICS y SQUARE ENIX. También realiza comisiones personalizadas al público en general, aunque como imaginarán la lista de espera para obtener una comisión es bastante larga. Pese a la gran cantidad de trabajo pagado que tiene este artista -y precisamente, por ser un artista de verdad-, se da el tiempo para realizar ''experimentos'' como ésta serie de ilustraciones de Justice Magazine, por las cuales repito, no recibe ningún pago (pero que igual rinden sus frutos, pues gracias a ellas se está volviendo muchísimo más famoso de lo que ya era).

Presten atención no solo al dibujo, sino al excelente trabajo de composición de las portadas, cómo el logo varía ligeramente en cada ocasión, el magistral uso de fuentes tipográficas, el balance armónico de todos los elementos. Definitivamente una clase maestra de lo que es un buen cover de revista.

Les recomiendo visitar su cuenta de Deviant Art si quieren saber más de Stanley Lau, y disfrutar de centenares de sus ilustraciones (encargos de empresas, comisiones, bocetos, fan art). Como pueden ver en los ''bonus'' que adjunto al final de este post, van a encontrar dibujos hechos con distintas técnicas. Lo interesante es que en cada ilustración el artista hace un comentario indicando técnica, materiales y en algunos casos hasta el tiempo que le tomó realizarla (hay algunas piezas increíbles realizadas en pocos minutos o en un par de horas).


BONUS