The Crow (el cuervo) es un ente sobrenatural, que le
otorga la posibilidad a algunas almas atormentadas -víctimas de brutales actos
de injusticia y violencia pura-, de volver al mundo de los vivos para vengar su muerte y la
de los suyos. Haciendo de guía y consejero de sus protegidos (cadáveres vueltos
a la vida, invulnerables y con una fuerza sobrenatural), el cuervo evita que
caigan en la vacilación o en la duda, ante el baño de sangre que ellos mismos
ejecutan como parte de su justa venganza, hasta que hayan cumplido con su
objetivo y alcanzado la redención.
James O’Barr creó esta mitología en una miniserie de 4 números
publicada en 1989 por un sello relativamente pequeño, Caliber Comics. En ese
historia el protagonista era un joven citadino llamado Eric, quien es asesinado
junto a su novia (de hecho agoniza mientras observa como su pareja es violada
hasta la muerte) por una banda de criminales. De retorno del más allá, ya como
protegido del cuervo, comienza una matanza que tiene como objetivo eliminar a
todos los responsables de su desgracia, directos e indirectos, y a cualquiera
que planee impedírselo.
El cómic tuvo una gran repercusión en circuitos no
comerciales dentro de los Estados Unidos, pues aparte de tratarse de una
cautivante historia de venganza, reflejaba también la estética y en parte la ''ideología'' del movimiento dark/gótico/wave, profesado por un importante sector de
la juventud norteamericana, que hasta entonces contaba con numerosos referentes
musicales y literarios, pero no comiqueros (este último término no me gusta
nada, pero ''historietísticos'' me suena igual de huachafo).
De ser un cómic casi underground, The Crow se
convertiría en un fenómeno cultural de alcance global gracias a la adaptación
cinematográfica de Alex Proyas (Dimension Films, 1994) protagonizada por
Brandon Lee -hijo del mítico Bruce Lee- quien moriría trágicamente durante la grabación de
la película, en una escena de tiroteo (una bala de verdad se filtró
entre las balas de salva que decidió utilizar el estudio). Con esto,
obviamente, el cómic, la película y todo lo relacionado a la obra de James
O’Barr adquiría definitiva e irreversiblemente un status de culto.
Desde mediados de los 90’s se han realizado varias
miniseries de The Crow en distintas editoriales, algunas con Eric como protagonista y otras con
personajes completamente distintos. Pero O’Barr limitó su participación en
estos proyectos a las labores de consultor, editor o portadista. Después de mucho tiempo,
James O’Barr ha vuelto a hacerse cargo de su obra más emblemática, con la
miniserie de 3 partes ''The Crow: Skinning the Wolves'' (IDW Publishing, 2013)
esta vez como guionista y encargándose de los layouts, con arte final de Jim
Terry.
Skinning the Wolves nos ubica en uno de los escenarios
ideales para desarrollar una historia de venganza justiciera: un campo de concentración nazi, casi al final de la 2da guerra mundial. La mayoría de soldados alemanes
se encuentran desmoralizados por una guerra que parece no tener visos de acabar
y por el tipo de tareas que les son encargadas. A lo mucho, se sienten
afortunados de pertenecer al grupo de los ''ganadores'' mientras observan -y propician- la suerte de los prisioneros que se
encuentran bajo su poder. Hay mucho cinismo y resignación en la actitud de
todos ellos, pero eso no les impide hacer y seguir haciendo lo que ''tienen''
que hacer.
El Comandante a cargo del campamento es un caso
completamente distinto. Alto mando nazi, convencido de su ideología, del
destino de poderío global que le espera al III Reich y a la raza superior. Culto,
capaz, inteligente, se queja constantemente de la sarta de ineptos e ignorantes
que tiene a su mando. Se encierra en su oficina a escuchar las óperas de
Wagner. Es impulsivo, y considera a los prisioneros sub-humanos que no
merecen vivir, así que constantemente da órdenes para eliminarlos (si es que no
lo hace él mismo).
Pero esto (digamos, las tareas ''entendibles'' de todo
mando nazi a cargo de un campo de concentración) no le basta. Su sadismo
no tiene límites, y cada vez que llega un cargamento nuevo de prisioneros pide
que le manden a los intelectuales (profesores, músicos, pintores, etc.), a los que invita a jugar una partida de ajedrez, ofreciéndoles la vida en caso de
ganar y adelantándoles una muerte segura en caso de perder. Lo peor de todo es
que ni siquiera cumple su palabra.
Justamente la historia comienza cuando llega un nuevo ''lote'' de prisioneros al campo de concentración. Uno de los pasajeros está
haciendo un viaje de retorno: es una de las víctimas de los siniestros juegos
ajedrecísticos del comandante, quien ha regresado poseído por el cuervo para
hacer justicia. Así, desde el soldado raso hasta el más alto mando, comenzará un redentor baño de sangre, ante la sorpresa de militares y prisioneros, que no saben qué es lo que está sucediendo.
Simplificando las cosas, podríamos clasificar esta obra
-y a las otras encarnaciones de El Cuervo en general- como una historia del
tipo ''bodycount'' (referencia ineludible: la película Death Wish o ''Vengador
Anónimo'' protagonizada por Charles Bronson), en las que un protagonista -que digamos, tiene un sustento moral para
hacerlo- se dedica a bajarse a decenas y centenares de criminales,
delincuentes, violadores o en este caso nazis, cuya muerte el lector/espectador
va a celebrar y por la cual no va a sentir ningún tipo de culpa o
remordimiento.
Creo que las historias tipo bodycount tienen un
atractivo muy especial pues nos transportan a los lectores/espectadores a un plano ficticio
en el que sabemos que se va a hacer justicia de la manera más directa y eficaz,
como quizá muchos de nosotros quisiéramos poder hacer, al ver el estado de las
cosas en nuestra sociedad.
Poniendo un par de ejemplos locales, muchos terroristas que se ensañaron con nuestro país en décadas anteriores, así como los rezagos que
siguen activos como sicarios del narcotráfico, gozan de los beneficios de los
derechos humanos (plataforma secuestrada desde hace mucho tiempo por grupos
políticos con intereses afines), por los cuales los militares y las autoridades
peruanas se ven obligados a tratarlos casi como ciudadanos ejemplares o luchadores
sociales a los que no se les puede tocar ni con el pétalo de una rosa y a los
que hay que otorgar una cárcel dorada, so pena de ser ellos mismos enjuiciados
y privados de su libertad. Ni qué decir de los conocidos casos de violadores de
menores que han salido a las calles después de sólo 3 o 4 años de
purgar benéficas condenas (por ineptitud o corrupción de los jueces, que son
otro lote de temer).
Entonces, si la ''civilización'' y nuestras propias
restricciones humanas (y sobre todo, el miedo a lo que podría ocurrirnos), nos
impiden mandar al otro mundo de buenas a primeras a quienes estamos convencidos
que estarían mejor muertos que vivos; pues el cine, la literatura o los cómics
-en fin, el campo de la ficción- nos
permiten fantasear con este tipo de justicia absoluta, en el que todos los
culpables de un crimen execrable (y sin caer en leguleyadas que limpian a algunos y ensucian a otros) reciben la sanción que merecen, a manos de sus
propias víctimas.
Definitivamente el autor de una obra de este tipo debe saber
condimentar su narración con otros elementos, para evitar que se caiga en una
repetitiva y aburrida secuencia lineal interminable. O’Barr lo sabe, y es por
eso que su mito de El Cuervo, lleno de violencia redentora pero también de
bella poesía textual y gráfica, ha trascendido las páginas del cómic para convertirse en uno de los
íconos del imaginario de la cultura popular moderna.
Lima Comics, festival anual de historieta, ha anunciado
a James O’Barr como el invitado principal del 2013 (el evento aún no tiene
fecha definida). Él estuvo hace pocos meses en un evento en Chile, así que no
parece tan descabellado que llegue a nuestro país. Esperemos que no se caiga su
visita, que si llega a Lima no se intoxique con la comida, y
que podamos escucharlo, saludarlo y pedirle que nos firme o quizá hasta que nos
haga algún boceto (esto sería magnífico) en una de sus obras (no sean tan
atorrantes de ir con páginas en blanco). Les recomiendo ir comprando la edición
especial de la obra original, que se consigue fácilmente en Amazon a $15.00, o las
nuevas miniseries que está realizando para IDW (ya no tan fáciles de conseguir
si no las compraste en su momento). No les quepan dudas que se trata de un
grande.